Semblanza dolida del pequeño Juan Israel



Juan Israel Bucio Venegas fue hijo del Dr. Emiliano Bucio Salamanca y de la señora Celia Venegas Sánchez. Madre e hijo vivían en Hermosillo, en la popular colonia Ley 57, que no hacía muchos años había transitado de ser una invasión urbana a tener una condición regular. El padre trabajaba en Michoacán. El pequeño asistía a la Escuela Primaria “Benito Juárez”, ubicada en la colonia San Benito, una de los más antiguos barrios de la ciudad, junto a la avenida Reforma, una de las vialidades de mayor importancia desde la década de 1970. Juan Israel habría concluido el tercer año de primaria en junio de 1987, pero esa fue justamente la fecha de su muerte. Tenía 9 años de edad cuando se fue de nuestro mundo, o …del mundo, su mundo —seguramente pensaba el niño; el de quienes lo han usurpado sin más sentido que la territorialidad propia de los animales salvajes.
Por el afán de las autoridades estatales de acallar su asesinato, no existe claridad respecto a cómo fue el ataque que le provocó la muerte. Notas periodísticas de años posteriores dicen que fue golpeado al salir del baño por dos alumnos, uno de quinto grado, de 11 años de edad, y otro de sexto, de 12 años. En algunos medios se consigna que a la vez que lo golpeaban, le gritaban “guacho, vete de aquí guacho, muérete”, que le reventaron las entrañas y que, finalmente, con el impulso de una patada le azotaron la cabeza contra la pared.
La historia oral cuenta una versión diferente: quienes insultaron y golpearon al pequeño Juan Israel fueron tres de sus compañeros de grupo, instigados por la profesora; además, la perpetración de su asesinato se definió al arrojarlo desde la segunda planta de la escuela.
La crónica de la prensa constata que fue golpeado el día 3 de febrero de 1987. No falleció inmediatamente. Fue a casa, y hasta el día siguiente fue cuando comenzó a manifestar las consecuencias: tuvo convulsiones, por lo que fue atendido clínicamente. Se le diagnosticó edema cerebral —tenía inflamada la base del cráneo—, por lo que se consideró someterlo a un tratamiento médico que duraría dos años. En los meses posteriores, Juan Israel fue sometido a electrochoques, con la finalidad de desinflamar. En ese período, cayó en estado de coma, y sufrió cinco ataques cardíacos. El día 17 de junio sufrió nuevamente de convulsiones, por lo que fue internado en el Hospital Infantil de Estado. Se le colocó un marcapasos el día 19 de junio. Ahí, internado, falleció el 20 de junio a las 12:30 horas, después de tres días de agonía, y varios meses de postración, víctima de un sexto ataque cardíaco.
La familia presentó denuncias y se iniciaron dos procesos en contra de la escuela y de las autoridades educativas. En aquel Hermosillo, en ese México de absoluta impunidad, que carecía de marcos normativos de respeto a la diversidad cultural e instituciones vigilantes de los derechos humanos, no prosperaron las diligencias que buscaban justicia.
Dicen comentarios en el ciberespacio, que los dos alumnos que presuntamente atacaron al pequeño Juan Israel viven ahora fuera de Sonora: que uno de ellos vive actualmente en Querétaro, y que otro en la Ciudad de México, ambos con familia, y con asentamiento definitivo en esas localidades "del sur".
Lo que no se ha ido, lo que no ha cambiado en Hermosillo, es el racismo. Como resultado del trabajo de instancias internacionales, federales y locales, han cambiado los textos legales de procuración de la equidad; se ha modernizado la administración pública en los manuales; han aparecido nuevos modelos educativos en el mundo, se han puesto en boga teorías y conceptos psicosociales, y el profesorado ha aumentado sus títulos y sus prestaciones laborales. Pero es entre docentes, entre funcionarios y entre los ciudadanos instalados en una posición de ventaja social donde resulta conveniente seguir negando la diversidad cultural, y promoviendo el racismo. 
Sonora es de hecho una sociedad multicultural, y para aspirar a una situación intercultural, es decir, caracterizada por relaciones sociales armónicas entre culturas diferentes, debe reconocer la multiplicidad de sus orígenes, y la pluralidad de su rostro contemporáneo. Mientras no ocurra, habrán de continuar los conflictos en el trato cotidiano, en las instituciones, en las carreteras —cuando éstas se vuelven el escenario idóneo para la manifestación política—; mientras los sonorenses criollos no reconozcan que comparten su estado con oriundos de diversas culturas regionales, y con hablantes de más de cuarenta y cinco idiomas, habrá de continuar, si no es que se recrudece, la violencia social. La situación actual tristemente sugiere que mientras ocurre el desmantelamiento completo de la estructura social, será el sacrificio de las comunidades y de los individuos más débiles el factor que sostenga la apariencia de la integración. Partiendo de la cultura, el etnocentrismo deriva en luchas definidas por intereses políticos y económicos, por la imposición de una forma de hablar, de comportarse; el etnocentrismo es, finalmente, el factor que define luchas por la apropiación de los espacios sociales, de los recursos naturales, por el control, o por la supresión, de la vida.



Comentarios

Unknown ha dicho que…
Mendigos asesinos que digan sus nombres para que los exciban al escarnio publico tengan la edad que tengan son unos asesinos

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