La diversidad cultural del noroeste de México

Tonatiuh Castro Silva

Ponencia presentada en el Primer encuentro con la historia, organizado por la Comisión de Asuntos Históricos de San Luis Río Colorado, A.C., evento realizado en el Centro Cultural Río Colorado, los pasados días 7 y 8 de octubre.

Introducción

El noroeste de México es una región ambientalmente diversa, pero más que en ese sentido, es en el aspecto cultural y étnico en el que posee mayor diversidad. La mayor parte del noroeste de México lo abarca el desierto de Sonora, que no comprende solamente al estado del mismo nombre, sino también las áreas colindantes de Sinaloa, Chihuahua, Baja California y, principalmente, Arizona. En este escenario natural se encuentran diversas culturas regionales, siendo algunas consecuencia de procesos demográficos históricos, que han adquirido identidades diferenciadas, con elementos culturales propios y particulares y, por otra parte, culturas regionales llamadas “grupos indígenas”, pero que académicamente debemos reconocer como etnias, es decir, culturas que tienen un fundamento étnico, esto es, que tienen cada una población con un origen común tanto en lo biológico como en lo cultural.
En este aspecto demográfico y cultural, el norte de México se distingue históricamente del resto del país por un limitado proceso de mestizaje, así como por un mayor peso de las migraciones extranjeras, por una parte, y la segregación espacial de los pueblos originarios, por otra. La colonización del noroeste se llevó a cabo entre finales del siglo XVI y principios del XVII, iniciando en la región cahíta (actualmente centro y norte de Sinaloa, y sur de Sonora) y concluyó en el siglo XVII, en el desierto de Altar. Respecto a las primeras décadas de esta larga etapa, es posible distinguir entre los asentamientos de originarios y los asentamientos de europeos o criollos, ya que los primeros residían en misiones y visitas, y los segundos en ranchos, haciendas, reales de minas y presidios.
A lo largo del siglo XVII, los colonos europeos, quienes procedían de las regiones de Extremadura, Andalucía y principalmente del País Vasco se asentaron en la porción de la sierra Madre Occidental que actualmente corresponde a Sonora. La ocupación de Aridoamérica, es decir, la costa sonorense, por parte de los ibéricos, criollos y sus descendientes ocurrió hasta el siglo XVIII, mediante un proceso territorial caracterizado por la segregación espacial hacia las etnias originarias. Pocas de ellas, y asentadas únicamente en la sierra, contribuyeron al mestizaje. De esta forma, los “sonorenses”, el sector autodefinido de esta forma, surgió hasta el siglo XIX, y teniendo como ancestros tanto a los europeos como a eudeves, jovas y ópatas.
Un aspecto fundamental, tanto en la conformación del Estado de Sonora, como en la estructuración social de los pueblos originarios del noroeste, es el proceso histórico y situación actual de su territorialidad.
Las etnias que a lo largo del periodo colonial fueron despojados de sus territorios y que debido a ello se extinguieron, fueron los ópatas, eudeves y jovas. Los o’ob (pimas) y tohono o’odham (pápagos) fueron desplazados durante el siglo XIX. Los pueblos a los que se les redujo su territorio durante el Estado pos-revolucionario fueron: kuapak (cucapá), comca’ac (seris), yoeme (yaquis) y yoreme (mayos). En los casos de seris y yaquis, el reconocimiento oficial de su territorio fue parcial. Sin embargo, la posesión o carencia no es el factor definitivo; una problemática común en los territorios indígenas es la modalidad en la que se lleva a cabo su explotación. El “rentismo” o la improductividad de las parcelas ejidales o comunales ocurre en todos sus territorios.
La persistencia étnica en el noroeste de México ocurre por el afán, el deseo y la estrategia de los pueblos originarios de dar continuidad a su cultura tradicional, pero en contraparte, tiene como factor adverso la modernidad, refiriendo al aspecto cultural, y la modernización, refiriendo con esto a las condiciones materiales de vida.
En lo referente a las condiciones materiales, la problemática radica principalmente en el despojo territorial y en las condiciones de la posesión real de sus territorios. En cuanto a la persistencia de la cultura tradicional, el principal obstáculo lo constituye el proceso de desplazamiento lingüístico de las lenguas originarias por el español.

La diversidad lingüística

En el Estado de Sonora residen siete pueblos originarios y una etnia que aunque es originalmente migrante se puede considerar de residencia permanente,[1] así como un amplio sector migrante. Los grupos étnicos originarios y los municipios que habitan son:
- Kuapak o cucapá (San Luis Río Colorado).
- Tohono o’odham o pápago (General Plutarco Elías Calles, Puerto Peñasco, Caborca, Sáric y Altar).
- Comca’ac o seris (Hermosillo y Pitiquito).
- O’ob o pimas (Yécora).
- Makurawe o guarijíos (Álamos y El Quiriego).
- Yoeme o yaqui (Bácum, Cajeme, Guaymas y Hermosillo).
- Yoreme o mayo (Benito Juárez, Etchojoa, Navojoa y Huatabampo).
De acuerdo con el censo de 2000, en Sonora 55,694 personas hablan lenguas indígenas. En Sinaloa hay 49,744 hablantes de lenguas indígenas, mientras que en Baja California hay 37,685.[2]
En las regiones colindantes con el desierto de Sonora se encuentran las siguientes etnias originarias y cantidades de hablantes, según el INEGI:[3]
- En Sinaloa, colindando con Sonora: 6,865 hablantes de mayo.
- En Baja California, colindando con Sonora: 82 hablantes de cucapá; además se registraron 159 hablantes de kumiai, 46 hablantes de kiliwa, 193 de pai pai y 80 de la lengua cochimí.
También se encuentran asentados en Sinaloa, Sonora y Baja California grupos de origen migrante:
- Kikapú, (Tamichopa, municipio de Bacerac, Sonora), con una residencia que se puede considerar permanente.
En Sonora, según el INEGI, se encuentran las siguientes cantidades de hablantes de lenguas migrantes: triquis: 595, mixtecos: 1,684 y zapotecos: 1,164, destacando entre otros grupos étnicos migrantes. Otros censos muestran dimensiones demográficas muy distintas; según una encuesta interinstitucional coordinada por el DIF estatal en 1997, en Sonora se encontraban aproximadamente 15,000 trabajadores migrantes en la Costa de Hermosillo, 5,000 en la región de Carbo-Pesqueira, 15,000 en la región de Caborca, y 5,000 en el sur del Estado. De esta población migrante, el 40% pertenecía al grupo étnico triqui y 1.5% al mixteco o al zapoteco, todos estos grupos originarios de Oaxaca. Se registró que el 53% de la población migrante encuestada no sabía leer ni escribir.[4]
En Baja California se encuentran 14,184 hablantes de mixteco, y se cuentan por miles también los hablantes de purépecha y zapoteco.
En Sinaloa, la cantidad de hablantes de mixteco es de 13,888, y las de zapoteco y náhuatl también se cuentan por miles.

Los conflictos de la diversidad

Las lenguas que se practican en el desierto de Sonora desde hace más de un siglo son: kuapak (cucapá), tohono o’odham (pápago), comca’ac (seri), o’ob (pima), yoeme (yaqui), yoreme (mayo) y makurawe (guarijío). Según sus condiciones sociolingüísticas actuales, estos idiomas pueden ser ubicados en varios grupos.[5]
El grupo de lenguas de Sonora que se pueden considerar vulnerables o “en peligro de extinción", está conformado por las lenguas cucapá, tohono o'odham y o'ob. En el caso de Baja California, todas sus lenguas se ubican en este grupo (kumiai, cucapá, kiliwa, pai pai y cochimí).
El pueblo cucapá tuvo, aún durante la Colonia, una población de 20,000 personas. Desde 1942 residen en el ejido Pozas de Arvízu en el municipio de San Luis Río Colorado. La etnia en el valle del río Colorado, tanto en asentamientos urbanos como rurales, está conformado por 171 personas, de las cuáles 47 hablan la lengua ancestral.[6]
Otra etnia en riesgo de extinción son los tohono o’odham, quienes habitan once localidades dispersas en el desierto de Altar. Considerando los registros de estas localidades en el Conteo 95,[7] podemos ver que hasta hace diez años la población de este conjunto de asentamientos era de 488 personas, aunque se refirieron 125 hablantes en el año 2000. Al igual que los cucapá, los “pápagos” se asientan tanto en el Estado de Sonora como en Arizona, y es en esta entidad norteamericana donde reside la mayor parte de la nación tohono o’odham desde las primeras décadas del siglo XX.
Los o’ob o pimas son un grupo desplazado desde el área central del desierto de Sonora, actualmente ocupada por el municipio de Hermosillo, hasta la sierra de Sonora. A partir del siglo XX sus asentamientos comenzaron a ser invadidos por mestizos, resultando en la actualidad en el predominio del español sobre la lengua original, que se reduce a 374 hablantes en Sonora.[8]
Otro grupo lingüístico lo conforman las lenguas que, aún contando con una gran cantidad de hablantes, atraviesan un proceso de desplazamiento. Aquí se ubican las lenguas yaqui y mayo.
La problemática de la lengua yaqui se encuentra en ciertas áreas territoriales: en las comunidades de Loma de Guamúchil, asentamiento periférico del territorio yaqui, y en los barrios yaquis de Hermosillo, donde ya no se practica.
A pesar de que la lengua mayo en el panorama lingüístico nacional se ubica en el grupo intermedio en cuanto a cantidad de hablantes, la influencia del español se ha generalizado en los asentamientos de la etnia.
Por su parte, las lenguas comca'ac y makurawe no padecen esta problemática; las cantidades de hablantes de cada una de ellas, que son muy bajas, no reflejan la fortaleza lingüística que mantienen tales grupos. Las condiciones sociales adversas (problemas de alimentación, salud pública, carencia o ineficiencia de los servicios, etc.) podrían determinar un viraje de los grupos hacia una composición demográfica endeble, pero no son sus lenguas en sí las que se encuentran en riesgo.
Los comca’ac o seris se han caracterizado históricamente por ser una población notoriamente menor a la del resto de los grupos del área. Si consideramos que su población nunca ha sobrepasado a los 1,000 habitantes y tomamos en cuenta sus actuales condiciones demográficas, es evidente que no tienen las mismas expectativas de persistencia de las que anteriormente gozaron, debido a la alteración o cambio de las formas tradicionales de alimentación (lo que ha derivado en problemas de salud) y parentesco (matrimonios con mestizos), entre otros problemas sociales.
Si bien hemos visto las lenguas en proceso de desplazamiento lingüístico, por otra parte resulta necesario considerar los casos más recientes de extinción lingüística. A lo largo del siglo XX desapareció el grupo ópata, como etnia diferenciada, y el grupo kikapú perdió en su totalidad su lengua original. Este proceso de cambio cultural forzado se caracteriza por el desplazamiento de las lenguas ancestrales por el español.

Observación final

En este proceso de paulatina desaparición de lenguas, un factor importante es la castellanización a través de los servicios educativos oficiales. En todas las áreas “indígenas” de Sonora existen planteles educativos de nivel básico, y en algunas regiones escuelas de preescolar y secundaria. No obstante, en la mayoría de los casos, la educación no se imparte en la lengua de los grupos atendidos; se parte del supuesto de que un profesor de origen “indígena” tiene el perfil para impartir una educación apropiada para cualquier otro grupo étnico.
En la historia de la humanidad se ha constatado que la pérdida de la lengua propia conlleva a la desaparición de los grupos sociales como tales. Mediante la castellanización de las etnias, el Estado mexicano no ha logrado incorporarlas al desarrollo, sino que ha mermado su propio sustento cultural.


BIBLIOGRAFIA

DIF-Sonora/INEGI/INEA/CONAFE/Universidad de Sonora/Jornaleros Agrícolas, Situación de menores hijos de jornaleros agrícolas migrantes, Hermosillo, 1998.

H. Congreso del Estado de Sonora, LVII Legislatura, Encuesta sobre la situación económica y social de las familias y comunidades indígenas de Sonora, Hermosillo, 2004.

INEGI, XII Censo General de población y vivienda, 2000. Tabulados básicos. Estados Unidos Mexicanos, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, México, 2001.

INEGI, Conteo 95 de Población y Vivienda. Resultados definitivos. Tabulados básicos, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, México, 1996.

Manríquez Durán, Miguel y Tonatiuh Castro Silva, “Globalización y diversidad cultural en el Sonora contemporáneo. Variaciones sobre región, etnia y lenguaje”, Región y sociedad, vol. XIX, número especial, marzo 2007, El Colegio de Sonora, Hermosillo.

[1] Se referirá a las autodenominaciones colectivas, o bien, se les mencionará por los usuales nombramientos castellanizados que no representan términos despectivos.
[2] XII Censo General de población y vivienda, 2000. Tabulados básicos. Estados Unidos Mexicanos, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, México, 2001. Más que decir cuál es la población indígena en Sonora, las cifras del documento nos dan sólo una referencia respecto a los hablantes de 5 años o más de las lenguas referidas. Hay que advertir la presencia de lenguas y variantes de los grupos llamados "migrantes indígenas", las cuales en el caso de Sonora suman 49.
[3] Ibid.
[4] Situación de menores hijos de jornaleros agrícolas migrantes, DIF-Sonora/INEGI/INEA/CONAFE/Universidad de Sonora/Jornaleros Agrícolas, Hermosillo, 1998.
[5] Aún cuando el proceso de fondo, el desplazamiento lingüístico, tiene una dinámica cualitativa, se presentan datos censales, considerando que constituyen una referencia importante; sus interpretaciones corresponden con trabajos propios de investigación de campo y documental.
[6] Encuesta sobre la situación económica y social de las familias y comunidades indígenas de Sonora, H. Congreso del Estado de Sonora, LVII Legislatura, 2004.
[7] Conteo 95 de Población y Vivienda. Resultados definitivos. Tabulados básicos, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Aguascalientes, 1996.
[8] XII Censo General de población y vivienda, 2000. Op. Cit.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
muy útil la infomación, les daré parte de los puntos qe señalabas a mi alumnos hoy en clase, gracias ;)

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