La pobreza de los pueblos ancestrales de Sonora

Tonatiuh Castro Silva


El estudio de la pobreza
La ciencia nos permite conocer la pobreza, identificar sus rasgos y ubicación territorial. Las disciplinas científicas, tanto exactas, como naturales y sociales, mediante metodologías y técnicas de investigación colaborativas, analizan aspectos económicos, nutricionales y culturales de la pobreza. En el transcurso de los últimos veinte años este conjunto de estudios se ha definido y afinado tanto en su aspecto metodológico como teórico. Las causas y manifestaciones de la pobreza han dado lugar a categorías que determinan cómo diseñar protocolos de investigación y cómo explicar e interpretar sus resultados; así, el estudio de la pobreza debe partir de categorías como pobreza multidimensional, patrimonial, etc., y arribar a la comprensión de las mencionadas categorías en determinada sociedad local.

Sin embargo, en realidad, la pobreza no apareció con la ciencia, mucho menos con el auge de los estudios de la pobreza y el desarrollo. Dependiendo de la región continental del mundo a que nos refiramos, detectaremos distintos momentos históricos en que ocurrió su aparición o agudización. En el caso de México, la pobreza de sus pueblos originarios inicia su gestación en el periodo colonial –en la mayoría de ellos–, durante el Porfiriato en el caso de ciertas culturas, y en el transcurso del estado posrevolucionario, en otras.
En segundo lugar, cabe señalar que la falta de una visión cultural amplia en el estudio de la pobreza impide la percepción de la condición étnica en los estudios pretendidamente basados en el concepto de la pobreza multifactorial.

El empobrecimiento de México
Casi la mitad de los mexicanos, de acuerdo con los registros oficiales, vive en la pobreza. Según reporta el más reciente informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), la pobreza, que ya era abrumadora, ha aumentado en los años más recientes en la población de México en su conjunto. El porcentaje de población en esta condición ha aumentado entre 2008 y 2010 de 44.5% a 46.2%, aumentando así de 48,838,000 personas, a 51,993,000 pobres.

La misma tendencia se repite en cada uno de los estados de México, con excepción de los estados de Coahuila, Michoacán y Puebla; en el primero disminuyó la pobreza en 107,000 personas; en Michoacán se redujo en aproximadamente 1,000 personas; en Puebla la condición de pobreza descendió de 3,666,000 a 3,534,000 personas.
La condición de vida de las etnias en el mundo está determinada por una cantidad y modalidades de factores que no vislumbra la metodología convencional del estudio de la pobreza. Esta condición está determinada por factores socioculturales y políticos de una naturaleza diferente que se agrega a los factores típicos, como el ingreso monetario y el acceso a los servicios de salud –aun cuando estos se relacionan también con la etnicidad–. Según el CONEVAL, en la población originaria de México la pobreza aumentó de 75.9% a 79.3% en el mismo periodo de tiempo; las cifras muestran una notoria diferencia respecto a la población en general, debido justamente a la adscripción étnica de estos pueblos.

Pobreza y diversidad cultural en Sonora
En los últimos años la pobreza ha aumentado en Sonora, alcanzando ya a la tercera parte de su población. De acuerdo con los registros del CONEVAL, entre 2008 y 2010 la pobreza creció de 27.3% a 33.8%, siendo 198,000 más personas las que ahora se encuentran en esta situación.

Al identificar la condición étnica de los pobres de Sonora, atendiendo el criterio de la ubicación territorial, es decir, a partir del registro de la pobreza en los municipios, se encuentra que tanto población originaria como mestiza padece pobreza. De los seis municipios más pobres de Sonora, dos de ellos se pueden definir históricamente como “indígenas”, uno como de población “indígena” mayoritaria, aunque de tipo migrante de residencia temporal, otro de población tanto mestiza como originaria, y dos como mestizos contemporáneos. El municipio con mayor pobreza en el estado de Sonora es Yécora, ubicado en el territorio o’ob o pima y con mayoría de población perteneciente a esta etnia, pues el 78.7% se encuentra en esta condición. San Miguel de Horcasitas, municipio receptor de jornaleros mixtecos, triquis y zapotecas, dada la actividad agrícola del valle, tiene un 71.2% de población en pobreza. Álamos, municipio ubicado en el territorio tradicional makurawe o guarijío, aunque con población étnicamente diversificada (originaria en la región serrana, mestiza en la cabecera municipal y otras localidades rurales), tiene 65% de población en situación de pobreza. Nácori Chico, ubicado en el territorio histórico de los ópatas, aunque de condición étnica mestiza en la actualidad, tiene al 61.4% de su población en pobreza. Tubutama, municipio que ocupa una porción del territorio tradicional tohono o’otham, pero definido cultural y demográficamente como mestizo en nuestra época, es también uno de los municipios más pobres de Sonora, al registrar 63.2%. El municipio de Etchojoa, localizado en la región yoreme o mayo, cuenta con 57.6% de pobreza. 
En estos casos, así como en el resto de los municipios, en los registros del CONEVAL se desglosa la pobreza en pobreza extrema y pobreza moderada.
La población en pobreza extrema de los seis municipios más pobres de Sonora, anteriormente señalados, es la siguiente: Yécora tiene 26.6% de pobreza extrema, porcentaje constituido por 1,659 personas, de un total de 4,914 en pobreza. San Miguel de Horcasitas registra 28.6% de población en esta condición, siendo 2,117 de una población total de 5,281 personas en pobreza. Álamos, sede del principal festival cultural de Sonora, padece un 20.5% de pobreza extrema, es decir, 4,425, de un total de 14,020 personas en pobreza. Nácori Chico cuenta con 262 personas en situación de pobreza extrema, de una población de 1,406 en pobreza, esto es, el 11.4% de la población total. Tubutama sufre pobreza extrema en el 9.0% de su población (194 personas, de un total de 1,359 en pobreza). En el municipio de Etchojoa se identificó una población de 29,881 personas en pobreza, de las cuales 9,618 se encuentran viviendo en pobreza extrema, siendo el 18.6%.

Causas de la pobreza en los pueblos originarios del noroeste
Aunque los datos que retratan el proceso de la pobreza son recientes, desde una perspectiva de sentido común la explicación se encuentra en una vieja máxima: los pobres, y sobre todo los indios, son pobres porque quieren. Ante esta consideración, clasista, etnocentrista y brutal, deben analizarse las confrontaciones económicas, políticas y culturales que implicó la imposición del proyecto civilizatorio en cada una de las sociedades originarias. Respecto a los europeos, o los mexicanos en la época moderna, estos pueblos poseían distintos conceptos acerca de la naturaleza y del trabajo, elementos sustanciales de la vida económica. Al imponerse el sistema económico de la colonia, del liberalismo, del capitalismo, del estado pos-revolucionario y del neo-liberalismo, los miembros de tales comunidades, en la mayoría de los casos, se vieron forzados a incorporarse a los nuevos sistemas económicos en una posición de desventaja.

La incompatibilidad entre fuerza de trabajo y sistema laboral se debió y obedece a la incapacidad de las élites político-económicas para retomar las destrezas y capacidades, y/o para adaptar como propias las actividades económicas ya existentes. Prueba de ello es un caso contrario, el éxito que en el primer siglo de su existencia tuvieron las misiones yaquis y mayos del noroeste de México, que más que ser una serie de templos, constituían un tipo de asentamiento con un fuerte carácter económico.
Edward Spicer en Los yaquis. Historia de una cultura, relata la aportación económica de las misiones yaquis al avance de la evangelización en el resto de Sonora, Arizona y las Californias. Ante las eventuales sequías del desierto de Sonora, continuó la creación de misiones gracias a los eficientes y precavidos almacenes del sur de Sonora, que abastecieron durante años a las regiones improductivas de los colonos ibéricos, que carecían del recurso del agua por temporadas.
Además de los aspectos históricos de la inserción de los originarios a las actividades económicas, otros factores contemporáneos definen los parámetros que se constituyen como variables de la pobreza, principalmente, el de la alimentación. Las posibilidades de alimentación de las familias, sus condicionantes, se erigen como factor decisivo en la definición de la dieta, si bien también los hábitos y gustos han adquirido un papel relevante, que muestra más que una situación intercultural, un síntoma de la hegemonía económica y cultural del mercado. Es decir, tanto la oferta como la demanda son definidas por una dinámica que en sentido económico debemos definir como capitalista o industrializada, pero que desde una perspectiva cultural se define genéricamente como “occidental” o moderna.
En la dinámica de obtención, compra o adquisición de alimentos e ingredientes, es evidente un cambio en la sociedad en su conjunto, caracterizado por el abandono del autoconsumo, la producción doméstica o local y, en contraparte, definido por la dependencia de los productos disponibles en el mercado, esté éste representado por un supermercado, un mercado tradicional o una tienda de abarrotes. En el caso de las etnias, se repite esta dinámica, aunque con una implicación más grave, pues se aniquila la economía y la gastronomía tradicionales. Como parte de este conjunto de cambios culturales, también se da una transformación de los hábitos y gustos, definiendo así a la dieta no sólo por la disposición de alimentos, sino por el gusto propio, o bien, según la visión de Bonfil Batalla, como expresión  de la cultura impuesta.
Respecto a la alteración de la gastronomía en México, debe considerarse el rango de Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad brindado por la Unesco a la cocina tradicional mexicana en el año de 2010. Al adquirir dicha categoría, teóricamente se dispone la salvaguardia obligada por parte del Estado, lo que en la vida cotidiana no ocurre. Al depender de los productos diseñados, producidos, comercializados y publicitados principalmente por transnacionales, a las etnias se les ha truncado la posibilidad de autoalimentarse, alterando no sólo la vida comunitaria, sino la dinámica familiar y la individualidad. Desoladora manifestación de ello es la presencia de Coca Cola en las comunidades comcáac, cuya población no supera las 1,000 personas, padeciendo la mayoría problemas de salud derivados del excesivo consumo del refresco negro. Al país, se le despoja un aspecto esencial de su patrimonio cultural.
Tanto en pobreza extrema como en pobreza moderada, es distinguible que aun cuando los “blancos” o “yoris” también padecen ambas modalidades, la condición se agudiza entre las etnias, ya sean de origen regional o migrantes, por las desventajas implícitas en su adscripción étnica. Con plena seguridad, inclusive lo revelador que pudiese parecer el más reciente informe de CONEVAL, en realidad es limitado en cuanto al nivel de vida que tienen los pueblos originarios. El análisis amplio de la pobreza, incluyente de los factores culturales profundos, permite advertir contextos sociales que ya desde una perspectiva de sentido común se pueden definir como de pobreza extrema, aún siguiendo los propios parámetros convencionales.

Por ejemplo, resulta incomprensible que el CONEVAL no advierta la pobreza en la que vive el pueblo tohono o’otham, en la región más agreste del desierto de Sonora, el cual carece de agua potable en sus comunidades. No obstante, metodológicamente resulta comprensible por el hecho de que este pueblo abarca distintos municipios, y en todos ellos la población perteneciente a esta cultura es minoritaria; es decir, la medición de la pobreza no establece distinciones étnicas, sino municipales.
Considerar la variable de la etnicidad en el estudio de la pobreza permitiría, sin restringir tal peculiaridad al subsumirla en la categoría de la “cohesión social”, conocer causas inadvertidas y establecer diagnósticos adecuados en las regiones de los pueblos originarios.

Foto 1: Cocina yaqui en Vícam, 2010. TCS/Foto 2: Pozas de Arvizu, ejido cucapá en el municipio de San Luis Río Colorado. TCS/Foto 3: Pozo de agua doméstico en Quitovac, 1998. TCS.

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