La raíz viva

Tonatiuh Castro Silva 


No hay mejor indio que el indio muerto, 
porque es susceptible de monumentalizarse, 
sin menoscabo de la imagen urbana; 
porque su mención en los discursos es útil, 
sin que ello constituya una apología del comunitarismo; 
porque se puede adherir a los escudos 
sin tener que invitarlo al protocolo; 
porque construyó ciudades esplendorosas 
devenidas en sitios arqueológico-turísticos 
sin que se deba tolerar en ellos su presencia; 
porque, evidentemente, la prevención y la atención a la salud 
es una tarea innecesaria para él; 
porque sirve a la nomenclatura 
sin que haya que pavimentarle calles; 
porque se puede identificar un río con su nombre 
sin que deba retribuírsele el caudal hídrico.
Tales parecen ser las visiones y posturas, las ideas y los fundamentos, de quienes han diluido el imperativo del reconocimiento de la diversidad cultural en las trampas de la planeación étnicamente antiséptica, y en el pantano del academicismo cartesiano. Por nuestra parte, nos absorbe el recuerdo de los muertos, pero valoramos también a sus vivos. En algún momento de contemplación pudo surgir, en el transcurso del tiempo dedicado a trabajar en este libro, así como a las labores en que se enmarca, un destello de regocijo por la vida de quienes descienden de los antiguos pueblos que nos ocupan, pero en la labor cotidiana asentamos que su persistencia como pueblos más bien nos preocupa. La metodología tradicional contiene una visión que nos parece constreñida. No podría ser de otra forma, cuando nuestro equipo de trabajo está conformado con destacados miembros de las comunidades originarias, que han hecho de la investigación, la promoción cultural y la difusión un estilo de vida, entendiendo la vida como una categoría comunitaria. En la búsqueda de un conjunto de retratos vivos, traemos este volumen que es producto de un proyecto de varios años, y que pretende mostrar la diversidad cultural de Sonora. Existe un compromiso de parte del estudioso con esta realidad profusa en creencias, ideas y manifestaciones tangibles. Estorba por ello el típico desdén por la contemporaneidad de los originarios. Además, es lamentable el profundo desconocimiento de la bibliografía sobre los pueblos originarios del noroeste de México. Esta situación trasluce un posicionamiento existencial. Respecto a esta temática, y en cuanto al segmento de la realidad social que ocupa cotidianamente, permea todavía un tratamiento de sentido común, determinado por un criterio etnocentrista y clasista que, como lo indicaba Guillermo Bonfil, crea una categoría arbitraria que prolonga la condición colonial de los pueblos originarios y que condena como “indios” por igual a esas sociedades, independientemente de sus diferencias. 
Hay quienes piensan aún que el indio muerto es el mejor, 
puesto que no obliga a admitir como verdadero lo que es evidente; 
porque no fuerza a admitir como evidente ni aquello que es indubitable; 
porque si en el método aplicado se presentan dificultades, 
sin problema es factible resolver separadamente las variables y resultados incómodos, 
como indica el positivismo; 
porque no obstante su exotismo, por su condición inanimada 
permite proceder de lo conocido a lo desconocido, 
de lo simple a lo complicado; 
porque la plasticidad de los archivos que resumen su existencia 
resulta idónea para la enumeración completa 
y el resumen de los datos obtenidos; 
porque se puede analizar históricamente 
cómo le afectó la corrupción de la corona española 
sin que se mencione a la estructura gubernamental contemporánea; 
no hay mejor indio que el indio muerto 
si se considera que se puede estudiar su papel 
en los procesos históricos de reparto territorial, 
sin que ello obligue a incluirlo en la dinámica inmobiliaria del presente; 
porque se puede ubicar cartográficamente 
sin que deba pertenecerle un territorio; 
porque nuestra consideración de las injusticias cometidas en su contra 
no conlleva a pugnar por al aterrizaje 
de convenios, acuerdos y cartas internacionales a nivel nacional y local. 
Deseo, deseemos, que el mejor indio sea el indio muerto, si con ello nos referimos a dicho término, que debiendo representar a la raíz viva, presta voz a la condena de una interminable sequía que asola al árbol superviviente que es nuestra diversidad étnica y cultural. 

Síntesis de la presentación del libro Etnias de Sonora, realizada el día 24 de noviembre de 2011 en el Auditorio de la Sociedad Sonorense de Historia, A. C., en el marco de su XXIV Simposio de Historia Regional.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La diversidad cultural del noroeste de México

Juramento yaqui

Transfiguraciones del desierto