La aventura y el compromiso de recrear textualmente la vida de las etnias de Sonora

Tonatiuh Castro Silva

Fragmento de la conferencia presentada el día 22 de septiembre de 2011 en la Biblioteca Pública “Rafael V. Meneses”, del Instituto Municipal de Cultura, Arte y Turismo, en Hermosillo, con motivo de la presentación del libro Etnias de Sonora.
La aventura y el compromiso de la recreación textual de la vida social
Finalmente, escribir sobre la cultura con intenciones científicas, más que artísticas, es decir, más allá de pretensiones personales estilísticas, es una tarea cuya intención básica es siempre pretenciosa y difícil. Por ello, pienso que, finalmente, la escritura de las ciencias sociales y humanísticas, es una aventura y un compromiso. Si bien las ciencias naturales y formales igualmente implican el desarrollo de ideas que se pueden considerar inicialmente descabelladas, el estudio de la sociedad y de su aspecto más esencial, la cultura, implica un conjunto de juicios y posicionamientos del autor frente a la sociedad, e inclusive, entre su sociedad. Mientras el astrónomo, aún siendo parte del universo tiene relativa capacidad para aislarse respecto a los fenómenos celestes, el investigador social tiene el reto de indagar, escudriñar, registrar, analizar, criticar y hasta proponer soluciones acerca de los problemas cotidianos de la gente y, en ocasiones, de su gente.
Las vivencias diarias, lo cotidiano, debe ser captado básicamente a partir de dos supuestos: todo lo que ocurre es susceptible de problematizarse, y de conceptualizarse.
El sentido común no es capaz de cumplir cabalmente con estas dos tareas. Las personas, aún siendo portadoras y creadoras de cultura, por lo general no tienen la habilidad intelectual para advertir los problemas socioculturales, y pueden ignorar que están siendo parte de un fenómeno novedoso, o que están dando continuidad a una tradición de siglos.
El fariseo yaqui o chapayeka, al igual que el niño centroamericano que viaja aventuradamente hacia Estados Unidos, seguramente desconoce las dimensiones de su actuación, y la considera un asunto individual. El chapayeka, probablemente sepa que el territorio tradicional de los yaquis se ubica al sur de Sonora, pero también quizás ignora que el pueblo yaqui se ha dispersado y asentado en Baja California Sur, en Yucatán, en Bolivia, en Marruecos y en Filipinas. Los hombres, mujeres y niños que arriesgan su vida en viaje por tren y a través del desierto, seguramente ignoran que su hazaña da sentido, y a la vez es explicado, por un concepto científico, de la demografía, que es empleado también por economistas, sociólogos y antropólogos: la migración.
Los científicos, quienes no sólo estudian a la naturaleza, sino también al mundo social, deben identificar problemas donde el común de la gente sólo ve el transcurso existencial. O bien, deben recoger de la realidad social los problemas ya identificados popularmente, para hacer análisis rigurosos, documentados, oportunos y necesarios para la colectividad. En cualquiera de los casos, existe también una obligación inherente al trabajo científico: la difusión de los hallazgos y de las conclusiones, e inclusive la sensibilización de la población acerca de lo que ella misma posee, padece o goza.
En Sonora, justamente, es urgente una mayor labor de información acerca de la riqueza de su diversidad y patrimonio culturales, pero, sobre todo, es urgente una tarea de sensibilización acerca de los problemas de ese gran espectro cultural.

La vida de las etnias de Sonora en el papel
El registro de la palabra como testimonio del pensamiento acerca del entorno representa uno de los avances más valiosos de nuestra especie. Sin embargo, el recurso del libro como vehículo de transmisión de ideas y conocimiento ha sido también el medio para la herencia y difusión de prejuicios relativos a los pueblos de distante ubicación geográfica, estereotipos sobre los pueblos de la antigüedad y estigmas inclusive acerca de las culturas minoritarias del entorno inmediato.
Sobre los pueblos originarios del noroeste se han elaborado y publicado textos y documentos de distinta naturaleza desde la época colonial.
En el espectro de esta literatura, comprendiendo desde la época colonial hasta la modernidad, es posible identificar un escenario pluricultural, aunque con un lamentable sesgo etnocentrista; la intención de colocar por encima de las culturas originarias a la cultura hegemónica, que sería la europea en la época colonial, y la nacional mestiza, desde el siglo XIX, ha sido motivada por la visión de los autores, que ha respondido al perfil sociocultural de sus sociedades.
De esta forma, los misioneros consideraron a los originarios como “gentes fieras”, los cronistas del siglo XIX como salvajes a los seris, a los apaches y a los yaquis. Llegado el siglo XX, los estudiosos de las cuestiones denominadas indígenas, desarrollaron trabajos contextualizados en la política indigenista de incorporación nacional implementada por el Estado posrevolucionario.
Por otra parte, en este mismo contexto se desarrolló en México una literatura indigenista, que en cuanto a Sonora comprende textos como Lola Casanova y “La triste historia del pascola Cenobio”, de Francisco Rojas González, y que merece un análisis aparte.
En un formato de estudio conjunto de estudios monográficos acerca de las etnias de Sonora existen varios documentos de 1940 a la fecha.
Carlos Basauri en ese año de 1940 publicó la serie La población indígena de México, que en su tomo I aborda a varios de los pueblos originarios de Sonora: “kunkaas” o seris, “pápagos”, ópatas, pimas, yaquis y mayos. En 1957 se publicó la serie colectiva Etnografía de México. Síntesis monográficas, que igualmente de forma parcial se refiere a algunas de las etnias. La serie Handbook of Northamerican Indians, que editó su volumen 10 en 1983, dedica varios textos a las antiguas sociedades sonorenses. En 1995 el Instituto Nacional Indigenista y SEDESOL publicaron una serie de volúmenes monográficos, dedicando uno al noroeste, al menos según lo indica la portada. El libro deja de lado a los cucapá y kikapú de Sonora, e incluye a los kikapú de Coahuila. El INAH desarrolla desde el año de 1999 el proyecto de investigación "Etnografía de las regiones indígenas de México en el nuevo milenio", el cual ha producido una gran cantidad de publicaciones.
Sin embargo, Etnias de Sonora constituye el primer libro que aglutina información de manera sistemática acerca de las siete etnias originarias del noroeste, en cuanto a su porción territorial que denominamos Sonora. Es necesario mencionar que es el resultado de un proyecto de investigación de hace once años, que se enfrentó a varias dificultades burocráticas que aletargaron su publicación, y que finalmente es, más que un proyecto, el resultado de un propósito institucional y comunitario que se remonta a la llamada década perdida, los años 80, que en Sonora en realidad constituyó un renacimiento cultural, dirigido por el entonces gobernador Samuel Ocaña.
La instalación de la Unidad Regional Sonora de la Dirección General de Culturas Populares (DGCP) en el año de 1984 tuvo como antecedente la elaboración de un diagnóstico sociocultural de Sonora. En los años posteriores se superaron, aunque de manera desarticulada, los vacíos del diagnóstico. Por ello, se consideró necesaria la realización de un estudio monográfico que sistematizara la labor de investigación y promoción cultural que se había realizado, que tendría como fin último el conocimiento de la diversidad étnica sonorense, pero que a la vez constituiría un vehículo informativo para las comunidades étnicas y estudiantiles, y una base para el desarrollo de actividades institucionales.

Compromisos ante la diversidad
Una primera etapa de valoración de la diversidad cultural en una sociedad se basa en una amplia y consistente labor de investigación académica y aplicada. Posteriormente, una acción estatal de divulgación debería presentar el conocimiento generado por la investigación y la acción cultural y académica. Consecuentemente, supondríamos de manera ideal que se llegaría a una etapa de sensibilización, ya que, por infranqueable barrera humana, no se respeta lo que no se conoce.
Por otra parte, siendo el aspecto de mayor importancia, se encuentra la percepción de las etnias acerca de la vida nacional y republicana, lo que lleva implícita su autopercepción como sociedades diferenciadas.
Un conjunto sumamente nutrido y amplio es el de los elementos culturales que inciden en cambios culturales a nivel social de manera generalizada, difundidos principalmente a través de los medios masivos y de la tecnología de intercomunicación y entretenimiento, que implican cambios en los valores acerca de la estructura social. Por ello, tanto en las comunidades originarias como en las ciudades, se han transformado categorías sociales como paternidad, autoridad, comunitarismo, solidaridad, entre otras. La consecuencia puede ser, por igual, la deserción de la vida ritual, o el involucramiento en el narcotráfico; el mestizaje o el crimen. Debe advertirse, independientemente de las consecuencias, que el principal obstáculo para la persistencia étnica lo constituye el proceso de desplazamiento de las lenguas originarias por el español.
En lo referente a las condiciones materiales de vida, la problemática radica principalmente en el despojo territorial y en las condiciones de la posesión real de sus territorios y de sus recursos naturales.
Los análisis de estas problemáticas, así como de las inherentes a aspectos tanto estructurales como cotidianos, convergen necesariamente en el análisis del marco jurídico desde una perspectiva cultural. Sonora, tardía, pero esperemos que no innecesariamente, ha comenzado ya a elaborar un cuerpo normativo en este sentido. La sociedad sonorense se encuentra en la encrucijada de seguirse asumiendo culturalmente monolítica, identificada plenamente con un ícono vaquero, o reconocer una diversidad ancestral, previa y a la vez contemporánea, no sólo por el carácter imperativo que implican los compromisos internacionales de México como país adherido a múltiples textos normativos, sino, principalmente, para dar curso a una vida cotidiana que aspire a la armonía y se base en el respeto de la diversidad. No es posible seguir negando la diversidad que se encuentra en nuestras propias familias, centros de trabajo, calles y carreteras, ni que la tierra, el aire y el agua, son nuestra tierra, nuestro aire y nuestra agua.
En la época del porfiriato, los colonos occidentales, rancheros y mineros, despojaron al pueblo tohono o’odham de sus pozos de agua. Los cercaron para provocar la muerte de las familias hasta entonces propietarias del desierto de Altar. La humanidad no lo merecía. En el presente, por supuesto, tampoco lo merece.

Conferencia "La aventura y el compromiso de recrear textualmente la vida de las etnias de Sonora" y presentación del libro Etnias de Sonora por Giuseppe Macías Beilis, Director del IMCATUR y Tonatiuh Castro Silva, coordinador del volumen, en la Biblioteca Municipal "Rafael V. Meneses", en Hermosillo.

Foto 1: Chapayekas en El Coloso. Foto: Tonatiuh Castro Silva.
Foto 2: Malinowski en Trobriand.
Foto 3: Cocinera makurawe. Foto: Melissa Valenzuela Flores.

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