Dominio étnico en la toponimia y la nomenclatura oficiales

Tonatiuh Castro Silva

La dominación de una sociedad sobre otra, o de un grupo humano sobre otro u otros, ha tomado a lo largo de la historia el camino de la arbitrariedad cultural. Esta imposición de la cultura del grupo dominante y la destrucción o la negación de la cultura de los sojuzgados, ha tenido como estrategia infalible la imposición lingüística.

Las etnias originarias del territorio del actual Estado de Sonora, padecieron a partir del asentamiento de los criollos y españoles la vejación cotidiana o la dominación simulada. Esta situación se agravó con el surgimiento del Estado nacional a partir del siglo XIX; se inició un proceso de despojo territorial, explotación económica y desplazamiento lingüístico, que persiste hasta inicios del siglo XXI.
Los sonorenses no indígenas, no obstante la ostentación del símbolo cahíta del venado en el Escudo Estatal, dan continuidad a los principios de la dominación europea y forzada integración nacional, al permitir el proceso de extinción lingüística que actualmente padecen las lenguas cucapá, tohono o’odham (pápago), o’ob (pima) y, en ciertas regiones, inclusive las lenguas yoeme (yaqui) y yoreme (mayo).
Con la “modernización” del Estado de Sonora, los gobiernos municipales y estatales consideraron que un requisito para dar cumplimiento a la vida cívica y al desarrollo, era negar la toponimia tradicional, y en el caso de la creación de asentamientos y vialidades, darle nombramiento de acuerdo a los onomásticos, pasajes y personajes de la historia oficial. De esta forma, Oposura se transformó en Moctezuma; Sonoyta se convirtió en General Plutarco Elías Calles; Pitíc se convirtió, absurdamente, en Hermosillo.
Además de la toponimia, la nomenclatura ha sido otra vía para la imposición cultural y lingüística. En Hermosillo, se llegó al extremo de denominar a una de las principales vialidades, el bulevar Agustín de Vildósola, con el nombre del gobernador que fue destituido en el año de 1748 por haber esclavizado indígenas. Rememorando el texto que así lo dispuso, redactado por el Lic. José Rafael Rodríguez Gallardo, Abogado de la Real Audiencia de la Nueva España y Juez Pesquisidor y Visitador, encontramos:

“...se le entregó al Sr. Sargento Mayor don Agustín de Vildósola [...] la carta y superior orden de su Excelencia en que se previene y manda su separación y retiro de esta Gobernación y comparecencia en México [...] por hallarme con noticias ciertas de que en dicho Real Presidio se mantienen y han mantenido multitud de reos, unos con prisiones y grillos y otros que andan sueltos, pero detenidos al abrigo de las armas y todos ocupados en el trabajo y personal servicio de dicho señor Gobernador, ya en la limpia o cultivo de una huerta, ya en la hacienda u oficinas del beneficio de la plata, ya en los telares, ya, por último, en molienda de cañas y otros varios ejercicios”.[1]

Vildósola no fue un héroe, sino un tirano, al menos, para los pueblos originarios. Mantener esas imposiciones culturales en la toponimia y la nomenclatura oficiales constituye una burla para las etnias de Sonora; es una negación de la diversidad y de la riqueza cultural de Sonora.
Por las anteriores consideraciones, propongo a los asistentes a este foro solicitar en conjunto a la sociedad sonorense y a las autoridades municipales, estatales y federales:
1) Restituir las denominaciones toponímicas originales a las localidades cuya población lo considere apropiado;
2) Nombrar Bulevar Pitíc, o alguna otra denominación afín a la cultura originaria de la actual ciudad de Hermosillo, al hasta hoy nombrado Bulevar Agustín de Vildósola;
3) Nombrar calles principales o plazas de los municipios en los que reside población indígena originaria, con referencias a la cultura de esas etnias. Tales municipios son:
· San Luis Río Colorado (cucapá)
· General Plutarco Elías Calles, Puerto Peñasco, Caborca, Sáric y Altar (Tohono o’odham)
· Hermosillo (Yoeme o yaqui y comca’ac o seri)
· Pitiquito (Comca’ac)
· Yécora (O’ob o pima)
· Alamos y El Quiriego (Makurawe o guarijío)
· Guaymas, Cajeme y Bácum (Yoeme o yaqui)
· Etchojoa, Navojoa y Huatabampo (Yoreme o Mayo)
4) Promover el uso de términos en lenguas originarias o indígenas en el nombramiento de nuevos asentamientos, nuevas vialidades, edificios y recintos públicos, e inclusive, como nombres personales.


[1] Flavio Molina Molina, Historia de Hermosillo antiguo, edición del autor, Hermosillo, 1983, pp. 51-52.

Ponencia presentada en el Foro “Día internacional de la lengua materna. Las lenguas indígenas en Sonora”, organizado por la Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, Unidad Regional Sonora, del CONACULTA, el día 21 de febrero de 2003 en Hermosillo.
Foto: Río Bavispe, TCS.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
ke paso profe.. ta interesante su blog.. nos vemos en el examen jaja.. sale...

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