El falso rostro de la modernidad en los proyectos urbanos de Sonora

Segunda parte

Tonatiuh Castro Silva

Ocupando un periodo de tiempo que resulta adecuado tanto para el análisis de las políticas públicas como de los procesos culturales, concluyó una administración estatal y arribó y se ha expandido otra de diferente filiación política. Llegó a su fin el gobierno que impuso obras que aún observamos y padecemos (referidas en la primera parte de este artículo: sonora diversidad, 27 de mayo de 2009) y se estableció uno distinto, prometiendo el surgimiento de una nueva era en el estado de Sonora, y que ha mostrado plenamente su vocación constructiva y, con ello, también una destructiva; es contundente el perfil que revela: impulsor de la devastación patrimonial cultural y hacendaria.

El deforestado Bulevar Kino, por el azul estudio.
El paso del tiempo nos permite ahora advertir, por encima de las coyunturas electorales y cambios gubernamentales, la continuidad del orden urbano de antemano predominante. De esta forma, se exhibe un capital cultural común a la élite sonorense, con independencia de su militancia partidista; en cuanto al espacio urbano, se refrenda el hecho de que se sigue caracterizando por su ignorancia –más que insensibilidad, ya que se desconoce el valor del patrimonio urbano y arquitectónico– y por su miopía ante la potencialidad sociocultural, turística y económica que constituye la ciudad en su conjunto. Es decir, no sucede que los sectores dominantes desprecien determinados sitios y estructuras de valor cultural, sino que ni siquiera intuyen que lo poseen y, por lo tanto, no lo conceptualizan e impulsan; se desconocen sus adscripciones estéticas, el contexto histórico en que se crearon, sus diseñadores o creadores. Además, no se visualizan obras o creación de sitios de atractivo cultural, turístico y recreativo con un auténtico nivel de calidad y, por ello, con auténtico valor comercial. Ambas deficiencias intelectuales redundan en una máxima de sentido común: en Sonora no hay cultura.

Áreas verdes que ya no son verdes. Plaza Zaragoza.
Este afán destructivo parte de una visión romántica de la realidad social y del entorno urbano en particular ¿Por qué considerar románticos los proyectos urbanos gubernamentales/capitalistas de Sonora y, específicamente, de Hermosillo? Porque no se trata de una cruzada modernizante, pues las distintas estructuras y rediseños, si bien se caracterizan por el empleo de materiales y soluciones en boga, el uso y combinación de tales elementos no constituyen la premisa que define al término modernidad, el cual refiere a la adecuación de las políticas públicas con las necesidades sociales, y no necesariamente a la edificación con tecnología de punta o con criterios estéticos vanguardistas.
No se trata, pues, la que vivimos de una actividad constructiva modernizante, sino romántica –o romanticoide, se podría considerar–, que abreva de la conveniencia capitalista, más que del afecto al terruño; más del interés financiero, que del apego a la matria; el romanticismo pues, como expresión de un afán arbitrario de imposición y un deseo arrebatado de poseer e imponer. El desfase de los proyectos urbanos capitalistas sonorenses respecto de la realidad es inmenso; la distancia en cuanto a los requerimientos colectivos es aberrante e indignante.
Cuando se pretende imponer una visión, un proyecto o un modelo sobre una sociedad, o en cualquiera de sus ámbitos, una estrategia recurrente consiste en denostar lo que se busca sustituir, destacando sus deficiencias o, inclusive, argumentando con falsedad acerca de supuestas fallas e inconveniencias de lo existente.
En lo personal, como docente especializado en las áreas teórica e histórica de la arquitectura, me resulta frustrante la observación de los vertiginosos cambios urbanos o de infraestructura de Sonora, siendo sus artífices algunos egresados del Programa de Arquitectura de la Universidad de Sonora.
Finalmente, considerando la autoría de gran cantidad de los recientes proyectos urbanos, se revela que en el ejercicio del urbanismo y de la arquitectura el factor político se impone sobre el académico, lo que explica el predominio de un sector de jóvenes arquitectos en la realización de gran parte de las obras del régimen estatal en cuanto a la forma, y de un grupo político-empresarial de magnitud regional-nacional respecto al fondo.
Justamente las obras más representativas –y onerosas– de la actual administración estatal son de la patente o co-autoría del despacho el azul estudio, aunque realizadas con la determinante gestión y acción de Constructability Group: Bulevar Kino, Plaza Bicentenario, Centro histórico de Hermosillo, Distribuidor vial El Gallo, remodelación del Patio del Palacio de Gobierno, restauración de la Escuela Secundaria del Gobernador (ubicada en la otrora Cuna de la Revolución), remodelación de la Plaza Zaragoza, alteración del Parque Madero, así como algunos proyectos en curso –o al menos, prometidos otros–: Puerta Oeste, remodelación del Centro histórico de Cananea, Acceso a Puerto Peñasco y Entronque, Rotonda en Altar, Rotonda en Bacochibampo, Rotonda Agua Prieta, entre varios más.

Rotonda en Altar.
En esta oleada de cambios fisonómicos del espacio público sonorense se ubica también, aunque con una naturaleza distinta, por la especificidad de su ámbito y por su uniformidad, la alteración de los planteles escolares de educación primaria y, así, una situación lamentable en dos sentidos: por un lado, se han afectado edificaciones con estilos arquitectónicos de valor, con condición legal de monumento artístico –o con el simple pero reconfortante rasgo de la benevolencia estética–, con el propósito de imponer cercas y accesos estandarizados y visualmente mediocres; por otro, uso de recursos públicos genéricamente etiquetados para el rubro de la educación, aún cuando tales cambios no inciden en realidad en la calidad educativa.
Una efectiva campaña mediática nubla la mirada colectiva, como sucede en el viejo cuento en el que la condición desnuda del rey es imperceptible para los plebeyos. No obstante, al advertir la realidad, para un importante sector social que preserva la cordura, duele ver que las reformas urbanas y territoriales de la región en que ha crecido o se ha avecindado, la convierten en un circo lépero, en el que el descaro del ilusionismo arranca los aplausos de los que pagan el palco, pero observan desde la luneta o, de plano, desde las gradas tambaleantes y astillosas.

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