El valor y la minusvalía de los museos en Sonora

Tonatiuh Castro Silva

Una premisa en las ciencias de la cultura establece que esta se encuentra en todo sitio en el que ocurre un evento comunicativo y de interacción humana. Sin embargo, el desarrollo social basado en lo que convencionalmente se identifica como “cultural”, sea esto el arte, las humanidades y/o la academia, por lo general se basa en infraestructura específica, comprendiendo principalmente bibliotecas, auditorios, teatros y museos.
Las sociedades de mayor progreso civilizatorio han evidenciado la relación existente entre infraestructura cultural y posicionamiento humanístico. Muestra de ello es el hecho de que la mayor biblioteca del mundo sea la Library of Congress de los Estados Unidos de Norteamérica, que en París se ubique el Louvre, uno de los más distinguidos museos del mundo y que, además, el alto nivel de estos recintos sea cercanamente seguido por el resto de los espacios de su tipo existentes en tales países.
En México contamos con grandiosos espacios culturales, como el Museo Nacional de Antropología, reconocido como el de mayor equipamiento a nivel mundial. Sin embargo, su estatura no es compartida por los museos del país.

En nuestra región, el primer espacio público de carácter académico y cultural lo constituyó el Instituto Sonorense, proyecto del entonces gobernador Carlos R. Ortiz en los años de 1881-1882, cuya intención de crear la primera institución de educación superior implicó la importación de una colección de piezas para crear un museo de historia natural, la adquisición de un valioso acervo bibliográfico y la edificación de una esplendorosa sede que, ante el naufragio de esa administración estatal, se convirtió en Palacio de Gobierno.
Este Instituto representa un antecedente histórico, más no tuvo impacto alguno en el desarrollo sociocultural del estado. Este papel correspondió a la Universidad de Sonora, hacia la década de 1940. Ante la ausencia de un organismo estatal dedicado a la cultura, el complejo inicialmente denominado Museo y Biblioteca de Sonora, con sus espacios de exhibición, de consulta bibliográfica y hemerográfica, auditorio y, principalmente, con las academias de bellas artes y sus notables docentes, impulsó la divulgación científica y humanística asumiendo un rol protagónico.
Ver a la distancia a este importante complejo cultural nos lleva a reflexionar además acerca de los espacios culturales de Sonora en el presente, y no sólo a reconocer el valor de la labor cultural del Alma Mater sonorense en sentido histórico.
Hermosillo cuenta con cuatro espacios museográficos en la actualidad. La Universidad de Sonora ofrece al público el binomio compuesto por el Museo de Historia Regional y la Sala de Arqueología. El Instituto Nacional de Antropología e Historia cuenta desde 1985 con el Museo de Sonora, en la planta baja de la antigua Penitenciaría del Estado. Enmarcado en la Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA y en el Instituto Sonorense de Cultura se encuentra el Museo de Culturas Populares e Indígenas de Sonora, ubicado en el edificio anteriormente conocido como Casa Hoeffer, abierto en el año de 1997. Recientemente se abrió el Museo de Arte de Sonora, ubicado en lo que fue el Parque de Villa de Seris.
Fuera de Hermosillo existen importantes museos coordinados por el Instituto Sonorense de Cultura, aunque creados varios de ellos con recursos federales. El de más firme diseño es el Museo de los Yaquis, localizado en Cócorit. Varios de los museos dependientes de la misma coordinación estatal se ubican en valiosos edificios históricos o presentan interesantes temáticas, aunque poseen un nivel museográfico que va de lo mejorable a lo deplorable, como el Museo de la Lucha Obrera de Cananea, el Museo Costumbrista de Sonora, en Álamos, y el Museo y Casa de la Cultura de Ures.
Con un carácter comunitario, orientado a la promoción cultural, más que a la simple exhibición, se encuentran los Centros de Cultura creados por Culturas Populares desde mediados de la década de 1980 para atender a las etnias comcáac o seri (Punta Chueca y El Desemboque), makurawe o guarijío (Mesa Colorada), mayo, yaqui (en distintas comunidades de cada una de ellas), y cucapá (ejido Pozas de Arvizu, San Luis Río Colorado).
En varios municipios de Sonora se encuentran además museos comunitarios, creados por iniciativas ciudadanas, eventualmente con apoyos gubernamentales; entre ellos, el Museo del Rancho “El Peñasco”, en Magdalena de Kino.
Los museos locales dedicados a la historia y a la diversidad cultural son un medio para acceder al conocimiento de las virtudes, habilidades y hazañas de las antiguas sociedades del noroeste y del mundo, y una oportunidad para encaminarse hacia la valoración de la cultura de los propios espectadores.

Sin embargo, desde una perspectiva analítica, se advierte en las políticas públicas un desdén por la cultura tradicional en aras de una exaltación de las bellas artes. Las deficiencias museográficas, expresión de la irregularidad administrativa más que de la irrelevancia de las temáticas museológicas, se presentan como rasgo común.
Una auténtica política cultural debe atender la necesidad de espacios culturales dignos que expresa la sociedad; como espacios públicos, debieran diseñarse para atender de manera apropiada –con consistencia académica– y de forma eficiente –en tanto servicio– al oriundo, al estudiante, al turista, al especialista foráneo y a todo curioso de los tesoros culturales.

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