TRADICIONES DE LA MUERTE

Tonatiuh Castro Silva


Que los mexicanos nos burlamos de la muerte, que la vemos con alegría, que la conmemoración de los difuntos es una fiesta, que montar un altar de “día de muertos” es valorar la cultura…; las tradiciones de la muerte en México no refieren a la alegría, aún cuando crezca cada año ese estereotipo. Además, analizar el proceso histórico de la religiosidad popular y sus manifestaciones en el siglo XX y en el tiempo transcurrido del siglo XXI, permite advertir diferentes valores y tradiciones referentes a la muerte en Sonora.
Como parte del grupo estudiantil “El árbol de ojos” del Departamento de Sociología de la Universidad de Sonora, que tuvo vida entre los años de 1989 y 1993, participé en la difusión de las tradiciones mexicanas de la muerte en una época en la que el montaje de altares, elaboración de calaveras y otras expresiones culturales de esa tradición eran inusuales en la región. Causaba gran expectación incluso fuera del campus el altar de muertos que montábamos en el Aula magna de la escuela, que ocupaba todo el templete. Junto a esta actividad convocábamos anualmente a un concurso de calaveras, y tapizábamos los muros del mini auditorio con información relativa a esta tradición. Con plena claridad acerca del origen mesoamericano prehispánico de la tradición y de su correspondencia con las regiones centrales y sureñas del México moderno, realizábamos las actividades como parte de una estrategia de revaloración de la cultura nacional, y no como una forma de difusión de la forma correcta de conmemorar a los muertos. Poco a poco se fue haciendo notoria la implementación de las mismas actividades en otras escuelas y algunos años después en otras instituciones.
El primer sitio en el que vimos una emulación fue el Departamento de Psicología y Ciencias de la comunicación. La segunda carrera convocó a un concurso universitario de altares, que tuvo buena respuesta en cuanto a la cantidad de altares, aunque de una calidad lamentable. Actualmente es común ver un concurso general y varios departamentales en el campus de la Universidad de Sonora, así como concursos o montajes en instituciones educativas de varios niveles y dependencias gubernamentales. En lo personal he sido jurado en concursos de instituciones como: Universidad de Sonora, escuelas secundarias, preescolar Kinderlandia, H. Ayuntamiento de Hermosillo (en el panteón Yáñez), Museo y casa de la Cultura de Ures, ISSSTESON, entre otras.
Este año de 2009, como ha ocurrido en otras ocasiones, hubo motivos no sólo familiares sino también sociales y políticos para erigir altares. En la plaza Emiliana de Zubeldía distintas organizaciones civiles montaron altares dedicados a (sic): la muerte del país, de Luz y fuerza del centro y a la UNAM. Hubo uno dedicado a Victor Abdiel, el niño fallecido por negligencia médica en el Hospital Chávez. Sin embargo, a diferencia de otros altares de tipo social, el de este año en el área nodal de Hermosillo fue de una mayor profundidad de evocador de un dolor mayor; en la misma plaza Zubeldía las mismas organizaciones dedicaron un área al recuerdo de los niños que murieron en el incendio de la guardería ABC, o a causa del mismo.
Con el mismo motivo, pero montado por los propios padres, en la explanada del Museo y Biblioteca de la Universidad de Sonora hubo un altar gigantesco en el que además de las ofrendas tradicionales se apreciaban fotografías y pertenencias de los pequeños. Por su valor humanitario y por su relevancia social esta manifestación fue de gran importancia, independientemente de sus características plásticas.
En todos los demás casos es importante observar que se da una recurrencia al altar mestizo, en detrimento de los tipos de ofrendas y altares de las etnias católicas y de las culturas regionales. En Sonora, si bien en ocasiones acertadamente se presentan tapancos yaquis o mayos en concursos, o se montan en algunos espacios, en general predomina la estructura del altar de origen mesoamericano y franciscano, compuesto por una sucesión elevada de tres plataformas. La valoración del patrimonio cultural debe dejar el carácter folclorista y comprometerse en la difusión de las auténticas manifestaciones de las culturas tradicionales.


Fotografía: www.isc.gob.mx

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