Transfiguraciones del desierto

Tradición y renovación en los espacios habitacionales
(Parte II)
Tonatiuh Castro Silva


Colonialismo territorial y habitación

En la primera mitad del siglo XVII, al reorganizar los jesuitas la vida social de mayos y yaquis, y como parte de esto su territorialidad, incluyendo a los asentamientos, afectaron también su elemento principal, la vivienda. Al agrupar a los miles de cahitas en misiones o visitas, definieron su residencia en vecindades, es decir, conjuntos de lotes para dos o más familias nucleares.

El destino de los grupos serranos ópata, eudeve, jova y pima, fue muy distinto al de los cahitas, definido por la práctica reclusión en los pueblos de misión; en la sierra, la estrategia de sobreviviencia étnica tomo como vía la adopción de la culturas europeas. Es posible conocer las viviendas tradicionales a través de las propias crónicas coloniales.


El padre Felipe Ségesser describió en 1737 las casas pimas de Tecoripa como construidas en forma de colmena; para entrar era necesario gatear, ya que sus accesos eran pequeños. En ese cuarto vivían toda una familia y sus animales, como pollos, perros y gatos. Este tipo de vivienda era transportable; varios hombres podían moverla de lugar.

En Onavas los pimas construyeron casas de adobe, que tenían dos cuartos, uno rectangular y otro menor y de forma cuadrada y un porche al frente. Varias vigas se cruzaban sobre ambos muros y la estructura de varas y ramas del porche se sostenía en una esquina por un poste con horqueta. El techo se cubría con ramal y tierra. En el espacio de entrada, en lugar de puerta se colocaba un petate o un trozo de piel.

La arquitectura tradicional pima se componía también de una construcción triangular de hierba, llamada vasoki, utilizada para dormir en verano y para almacenar alimentos y objetos domésticos. Algunas de estas estructuras se encontraban semienterradas. La estructura se formaba con dos palos con horqueta, cada uno de alrededor de 2.4 metros de largo, que se colocaban verticalmente en el suelo y se unían por un palo más colocado entre los dos anteriores. Los postes laterales se amarraban al poste central de una de sus puntas con tiras de cuero o fibras naturales, para formar la estructura triangular. Se utilizaba palma (Sabal uresana) para cubrir la estructura, se colocaba sobre las varas transversales, que a su vez se apoyaban en los postes laterales.

Siendo la sierra la subregión del noroeste destinada a los colonos españoles, pronto los originarios conocieron la habitación española y su mobiliario. Arrastrando una arquitectura del miedo definida por la amenaza de los moros, muy probablemente las casas españolas o criollas se caracterizaron por la austeridad del mobiliario y el decorado, lo cual se dio en la Nueva España desde el siglo XVI; sillas plegables, pocos roperos y armarios, para permitir la huida en caso de algún ataque, moro en la península ibérica, indígena en América.

Sin embargo, entre la arquitectura vernácula española y la del desierto de Sonora se dieron coincidencias: uso de la madera en las estructuras o de plano para crear muros, uso de la tierra, ya fuera en recubrimientos o en adobes y ruptura de techos, aunque no necesariamente mediante dos aguas, sino con la conicidad común a las etnias originarias. La inclusión de un patio o jardín fue una coincidencia con las casas mexicas, las que desde la época prehispánica contaban con ellos y en los que con abundaban las flores, pero no con la vivienda del noroeste, que carecía de la conceptualización del espacio abierto, interno y privado.

Es necesario mencionar que el asentamiento de los europeos en el noroeste, al ocurrir en una época posterior, cuando el barroco comenzaba a expandirse, resultó en formas distintas en esta región respecto a los virreinatos. La solidez y austeridad de las casas-fortaleza, propias del siglo XVI y principios del XVII, desaparecieron en las grandes ciudades coloniales para dar paso al esplendor recargado del movimiento italiano, pero en la América septentrional el barroco se limitó seguramente a las fachadas de algunos templos, ante el ambiente bélico que estaba en plena fogosidad, a las cenefas pintadas y murales, que sustituyeron a los tapices de moda en las ciudades de los virreinatos. El barroco en la vivienda no se pudo caracterizar por la arquitectura; si acaso, por algún mobiliario o decoración, lo cuál sería dudoso, dado el perfil socioeconómico de los colonos. La influencia arquitectónica y estética hispana se expandió por el territorio hoy ocupado por Sonora, debido a la ocupación externa se dio por parte de peninsulares inclusive hasta el siglos XVIII, procedentes de las regiones de Euskadi, Extremadura y Andalucía.

Según los registros parroquiales de Pitíc, en la década de 1770 se dieron los primeros bautizos de la iglesia católica a españoles y miembros de diversas etnias: del propio asentamiento se dio el sacramento a los pimas; de la costa a los seris, tiburones y guaymas (bandas que en el siglo XIX se fusionaron para conformar a la etnia que hoy identificamos como comca’ac o seri); del valle del río Gila, en el actual estado de Arizona, a los yumas; a los yaquis del territorio ubicado al sur y un mulato. Entre 1784 y 1785 se realizó el primer reparto de tierras, con la finalidad de beneficiar a un grupo de 18 españoles que se encontraban asentados en el lugar, aunque también se benefició a algunas familias pimas y seris. Para esta época, el área costera del desierto seguramente ya había dejado de ser la frontera pima y Pitíc carecía ya de la vivienda tradicional; el asentamiento contaba al final de la época colonial con una arquitectura similar a la vernácula española, lo que habría sido posible con la existencia del sistema de acequias que caracterizó a la localidad aún hasta la época de formación del Estado nacional.


Imagen 1. Misión yaqui. Dibujo de la época.

Imagen 2. Sistema misional. Tomado de Eloy Méndez Sáinz, Hermosillo en el silgo XX, El Colegio de Sonora.
Imagen 3. Casa o'ob en La cienguita, municipio de Yécora, foto de TCS.
Imagen 4. Palacio de Cortés en Cuernavaca, muestra de casa-fortaleza.

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