La seducción de las musas



Tonatiuh Castro Silva






Cada cierto tiempo aparecen entes encantadores que rondan las cabezas de políticos, ricos, técnicos e intelectuales, y llegan a contagiar a la población pobre, que igualmente se deja seducir por las féminas etéreas de la modernidad.
A simple vista, en la imagen urbana se encuentran las grandes obras de los poderosos del pasado, aunque su apariencia dé ahora la impresión de un poderío derruido y empolvado, o ni eso siquiera. Con una óptica mas aguda, en la historia urbana de cualquier región se puede distinguir entre épocas o etapas, y obras aisladas, ya que, como bien dicen, “una golondrina no hace primavera”. Las etapas urbanas de antaño son casi imperceptibles como tales con el sentido común, ya que se confunden con obras que de manera aislada fueron apareciendo a través del tiempo.
Las obras urbanas y arquitectónicas de Hermosillo de esta primera década del siglo XXI, que ya agoniza, no establecieron una etapa urbana, es decir, un periodo caracterizado por un proyecto integrado, coherente y racional. En un sentido social, este último aspecto debe resaltarse, ya que si bien solemos identificar lo “moderno” con lo que visualmente nos parece novedoso, en realidad el término hace referencia a la eficacia en la instrumentación de medidas para atender una necesidad.
Es lamentable que Hermosillo se encuentre rezagado en cuanto a obras públicas urbanas respecto a otras ciudades del norte de México, inclusive de menores dimensiones. En estos años recientes no fue posible edificar un proyecto urbano para la ciudad capital y, mucho menos, que la refuncionalizara, la hiciera de nueva cuenta moderna como lo fue en décadas pasadas.
En Hermosillo han existido megaproyectos urbanos (es decir, generales) o arquitectónicos (o sea, específicos), que en su momento representaron para la élite gobernante o acaudalada, más que despliegues constructivos de atención a la población, oportunidades de negocios financieros y/o proyección política. El fin propagandístico de la arquitectura monumental no tiene sólo fines inmediatos, sino además trascendentales; pretendieron de igual forma “los gobiernos emanados de la Revolución” establecer de manera imponente para las generaciones venideras quiénes le habían dado un rostro moderno a la ciudad y, más que eso, habían refundado a la sociedad sonorense, e inclusive a la nacional.
Del periodo del maximato, época en que gobernaron Sonora un hijo, un tío y correligionarios de don Plutarco, destaca la Casa del pueblo, complejo construido entre 1933 y 1934, durante la administración de Rodolfo Elías Calles. El conjunto se ubicó al oriente del parque Madero, donde actualmente se encuentran el recientemente renombrado Parque Infantil DIF Sonora y el edificio del PRI Estatal, que por herencia del abuelo recibió ese pedazo de patria, puesto que la principal edificación del conjunto, es decir, la propiamente “casa del pueblo”, fueron las oficinas del PNR. Para la ejecución del proyecto se erogó el 57% del presupuesto total destinado a construcción de edificios públicos en el estado ($108,247.95). La Casa del pueblo contaba con oficinas, canchas de tenis, frontenis, albercas, juegos infantiles, ring de box y el estadio de béisbol “Fernando M. Ortiz”. Aparte de este conjunto, una serie de notables obras urbanas de evidente beneficio social (en contraposición con la arbitrariedad cultural y social del periodo), trajeron cambios positivos a Hermosillo, como renovación de parques, pavimentación y remodelaciones de edificios públicos.
Una época que igualmente no se reduce a una obra ni a un conjunto, es la llamada Era de Abelardo, que al ser reconocida de esta forma desprecia las aportaciones de otros gobernantes, empresarios y realizadores. Entre el caudal de obras (conformado también por edificios públicos, vialidades y hasta una presa), destaca el conjunto de la Universidad de Sonora y en él, el edificio de Museo y Biblioteca, cuya primera piedra fue colocada en septiembre de 1944, para ser inaugurado por el presidente Miguel Alemán en abril de 1948. La aparición de la mole de cemento (material del cual era empresario el mismísimo gobernador, y que más que venderle a su propio gobierno, le donó gran parte del mismo), impactó al gran rancho, que presagiaba que su juventud se elevaría mediante esas escalinatas hacia una intelectualidad infinita.
Si bien el periodo de Luis Encinas Johnson fue abundante en obras de renovación urbana, pasaron dos décadas para que una nueva etapa se concretara. Las gubernaturas de Samuel Ocaña y RFV (como decía su propaganda de campaña) establecieron las bases de proyectos y obras que cristalizaron en la década de 1990. Importantes obras como la Casa de la Cultura de Sonora, el Centro Ecológico de Sonora, el Museo de Sonora, establecieron una auténtica misión cultural que no ha sido valorada en toda su dimensión. Pero tratándose de proyectos de conjunto, destaca el Complejo Deportivo del Noroeste de Hermosillo del periodo del doctor, que se convirtió finalmente en la Ciudad Deportiva del Noroeste, conformada por el Centro de Usos Múltiples, el Estadio “Héroes” de Nacozari y una alberca olímpica.
Por otra parte, resultó trascendental el Programa Especial de Hermosillo (de la administración estatal 1985-1991), que se retomó como Proyecto Río Sonora Hermosillo XXI, cuyas obras contempladas eran: Parque Ecológico y Recreativo de La Sauceda, Centro Administrativo de Gobierno, Centro Corporativo y Financiero, Hospital Privado de Hermosillo, Centro Comercial, Centro de Exposiciones y Convenciones de la Ciudad de Hermosillo y Gran Hotel de Hermosillo.
Es necesario ubicar las obras y proyectos mencionados en su contexto actual para comprender la lógica inmobiliaria y política que estuvo atrás de ellas y está en los nuevos proyectos de esa naturaleza. ¿Qué fue del complejo de la Casa del pueblo? ¿Dónde está aquel estadio que tanto costó? ¿Dónde están los vitrales de Fermín Revueltas que lucían en el sitio? ¿En qué condiciones se encuentra el Museo de la UniSon? ¿Qué funciones tienen sus espacios? ¿Cuál es el impacto actual de la Casa de la Cultura y del Centro Ecológico? ¿Para qué se utiliza el Centro de Usos Múltiples, que a pesar de su nombre tuvo de origen una vocación deportiva? ¿Cómo está el parque La Sauceda ecológica, física y financieramente? Indudablemente que las fallas, más que de origen, son responsabilidad gubernamental. Cada administración que llega podemos ver que se “desentiende” de los rastros de los gobiernos anteriores.
Los urbanismos y arquitecturas del pasado hermosillense son referibles no sólo por la historia escrita; están a la vista en nuestros días, aunque algunas de ellas fueron ya desaparecidas por manos que consideraron a la ciudad un gran supermercado donde las calles eran pasillos, las cuadras estantes y los ciudadanos consumidores, en algún momento en que las musas de una modernidad bárbara les sedujo e incitó a refundar el pueblo y pretender una metrópoli.


Publicado en el semanario Dossier, no. 3, 22 al 28 de febrero de 2008, Hermosillo.
Fotografía de Jaime Llánez Samaniego.

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