El Pitic: el debate entre el criollismo y las culturas originarias
Tonatiuh Castro Silva
Varias incertidumbres rodean los orígenes de Hermosillo. No existen datos o elementos que posibiliten el establecimiento de cuestiones históricas fundamentales como: la primera época del asentamiento, su composición demográfica, ubicación exacta y configuración, y denominación original.
El asunto del origen del asentamiento se ha circunscrito al ámbito de los intereses de los cronistas locales, y en el caso de la investigación académica, ésta se ha orientado a los periodos urbanos. Sin embargo, no se ha realizado y, además, no es posible hacer investigación arqueológica, indispensable en un proceso de reconstrucción cronológica. La ubicación original del asentamiento estuvo en el área ocupada por la presa Abelardo L. Rodríguez, por lo que seguramente los vestigios que se encontraban en el subsuelo fueron localizados por quienes construyeron esta obra ingenieril, o bien (mejor dicho, o mal), el daño a estos materiales culturales, tras varias décadas de humedad, fue contundente.
A pesar de todo esto, hay otros factores historiográficos que nos permiten advertir algunas arbitrariedades históricas en la conceptualización del evento “Fiestas del Pitic”.
El concepto general muestra que se trata de un festejo de y para los hermosillenses, más que un homenaje a los orígenes y a la diversidad cultural que le brindan en el presente decenas de miles de fuereños, que en realidad convierten en minoría a los hermosillenses de arraigo. Dos datos presentes en la denominación muestran, si no una postura discriminatoria, sí al menos un sustento histórico pantanoso.
Se puede señalar en primer lugar la fecha errónea que acompañó en sus dos primeras ediciones al nombramiento del festival y que ahora está ausente en los logotipos pero continúa en los discursos: “1700-2005”. ¿Cómo leer esta periodización?: se festeja que el asentamiento dejó de ser habitado plenamente por los originarios, los o’ob o pimas, y que se dio y comenzó la presencia europea; se festeja el criollismo y el europeismo, o concediendo algún grado de benevolencia, el mestizaje, pero no los orígenes.
En el año de 1700 llegó el primer europeo al sitio que originó a Hermosillo. Juan Bautista Escalante, alférez de la Compañía Volante de Sonora arribó a la aldea, que para entonces constituía la frontera entre el territorio o’ob y el de las bandas que fusionadas ahora conocemos como comca’ac o seris. Escalante no fundó el asentamiento. En un mapa elaborado por el misionero Adán Gilg o Adamo Gilg en el año de 1692, se le registró en la confluencia de los ríos San Miguel y Sonora. Gilg tampóco lo fundó, sólo plasmó en un documento la existencia de un lugar habitado entonces.
El mismo mapa refiere a un error constante en la historia fundamental de Hermosillo: la denominación. El religioso registró como “Pitiquín de pimas cocomacoques”, pero el nombre con el que comúnmente se conoce a aquella localidad originaria es “El Pitic”. Bien sabido es que “Pitic” significa, traducido de la lengua o’ob al castellano, “junta de ríos”. Independientemente de cuál haya sido el vocablo pima original o la veracidad de la traducción, hay que reparar en la asociación del artículo “el” con el toponímico, y por derivación, “del”. Seguramente desde fines del siglo XVII ya se le llamaba “El Pitic”, pues fue nombrado “Santísima Trinidad del Pitiquín” por Escalante. Los renombramientos muestran la persistencia de esta arbitrariedad: Real Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic (1741), Hacienda del Pitic (1748), Cuartel y misión del Pitic (1772), y Real Presidio y Villa del Pitic (1780). Según lo anterior, los criollos y españoles avecindados en el noroeste, incluyeron en su vocabulario el toponímico del sitio pima pero, siguiendo una tradición ibérica heredada a su vez del mundo árabe, le agregaron el artículo.
La historia de la humanidad muestra que la alteración toponímica es un rasgo de arbitrariedad cultural e imposición política, como es el caso de la transformación de México Tenochtitlan en Ciudad de México, o regionalizando, Óputo en Villa Hidalgo. En ese mismo sentido, al ser relacionada la denominación "El Pitic" con la fecha de 1700, el paradigma histórico resultante es evidentemente un festejo del criollismo y no de los verdaderos orígenes, ni de la diversidad actual.
Varias incertidumbres rodean los orígenes de Hermosillo. No existen datos o elementos que posibiliten el establecimiento de cuestiones históricas fundamentales como: la primera época del asentamiento, su composición demográfica, ubicación exacta y configuración, y denominación original.
El asunto del origen del asentamiento se ha circunscrito al ámbito de los intereses de los cronistas locales, y en el caso de la investigación académica, ésta se ha orientado a los periodos urbanos. Sin embargo, no se ha realizado y, además, no es posible hacer investigación arqueológica, indispensable en un proceso de reconstrucción cronológica. La ubicación original del asentamiento estuvo en el área ocupada por la presa Abelardo L. Rodríguez, por lo que seguramente los vestigios que se encontraban en el subsuelo fueron localizados por quienes construyeron esta obra ingenieril, o bien (mejor dicho, o mal), el daño a estos materiales culturales, tras varias décadas de humedad, fue contundente.
A pesar de todo esto, hay otros factores historiográficos que nos permiten advertir algunas arbitrariedades históricas en la conceptualización del evento “Fiestas del Pitic”.
El concepto general muestra que se trata de un festejo de y para los hermosillenses, más que un homenaje a los orígenes y a la diversidad cultural que le brindan en el presente decenas de miles de fuereños, que en realidad convierten en minoría a los hermosillenses de arraigo. Dos datos presentes en la denominación muestran, si no una postura discriminatoria, sí al menos un sustento histórico pantanoso.
Se puede señalar en primer lugar la fecha errónea que acompañó en sus dos primeras ediciones al nombramiento del festival y que ahora está ausente en los logotipos pero continúa en los discursos: “1700-2005”. ¿Cómo leer esta periodización?: se festeja que el asentamiento dejó de ser habitado plenamente por los originarios, los o’ob o pimas, y que se dio y comenzó la presencia europea; se festeja el criollismo y el europeismo, o concediendo algún grado de benevolencia, el mestizaje, pero no los orígenes.
En el año de 1700 llegó el primer europeo al sitio que originó a Hermosillo. Juan Bautista Escalante, alférez de la Compañía Volante de Sonora arribó a la aldea, que para entonces constituía la frontera entre el territorio o’ob y el de las bandas que fusionadas ahora conocemos como comca’ac o seris. Escalante no fundó el asentamiento. En un mapa elaborado por el misionero Adán Gilg o Adamo Gilg en el año de 1692, se le registró en la confluencia de los ríos San Miguel y Sonora. Gilg tampóco lo fundó, sólo plasmó en un documento la existencia de un lugar habitado entonces.
El mismo mapa refiere a un error constante en la historia fundamental de Hermosillo: la denominación. El religioso registró como “Pitiquín de pimas cocomacoques”, pero el nombre con el que comúnmente se conoce a aquella localidad originaria es “El Pitic”. Bien sabido es que “Pitic” significa, traducido de la lengua o’ob al castellano, “junta de ríos”. Independientemente de cuál haya sido el vocablo pima original o la veracidad de la traducción, hay que reparar en la asociación del artículo “el” con el toponímico, y por derivación, “del”. Seguramente desde fines del siglo XVII ya se le llamaba “El Pitic”, pues fue nombrado “Santísima Trinidad del Pitiquín” por Escalante. Los renombramientos muestran la persistencia de esta arbitrariedad: Real Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic (1741), Hacienda del Pitic (1748), Cuartel y misión del Pitic (1772), y Real Presidio y Villa del Pitic (1780). Según lo anterior, los criollos y españoles avecindados en el noroeste, incluyeron en su vocabulario el toponímico del sitio pima pero, siguiendo una tradición ibérica heredada a su vez del mundo árabe, le agregaron el artículo.
La historia de la humanidad muestra que la alteración toponímica es un rasgo de arbitrariedad cultural e imposición política, como es el caso de la transformación de México Tenochtitlan en Ciudad de México, o regionalizando, Óputo en Villa Hidalgo. En ese mismo sentido, al ser relacionada la denominación "El Pitic" con la fecha de 1700, el paradigma histórico resultante es evidentemente un festejo del criollismo y no de los verdaderos orígenes, ni de la diversidad actual.
Foto: Niño pima en El Kipor/TCS.
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