La espada y la cruz en el noroeste. Orígenes de las conmemoraciones cuaresmales cahitas

Tonatiuh Castro Silva

Ante una mirada de sentido común, los rituales parecen desprendidos de la historia. Inclusive para quien participa en uno, los orígenes y la lógica primigenia del evento son generalmente un asunto incuestionable; se repiten los actos ceremoniosos por que se toman como propios, o bien, como una herencia inalterable.
El proyecto de evangelización del noroeste inició el año de 1591, con el establecimiento de las misiones de Guasave y otras más en Sinaloa. El centro y norte de Sinaloa, era en ese tiempo un área ocupada por diversos grupos cahitas. Tras una fusión biológica y cultural ocurrida durante los siglos posteriores como una estrategia de sobrevivencia, apareció el pueblo que hoy conocemos como yoreme o “mayos”.
La idea de que la conquista del noroeste de México se realizó “con la cruz y no con la espada” es ampliamente conocida y aceptada, pero es importante acotar de qué forma intervinieron la iglesia católica y la fuerza militar en la conquista del noroeste. En primer lugar, la exploración por los europeos y su asentamiento inicial fueron tareas realizadas por la milicia. Posteriormente, una vez establecidas las primeras misiones jesuitas, en el año de 1596 ocurrió un levantamiento de los originarios contra los europeos. Pese a este hecho, las misiones dirigidas a los yoreme aumentaron en cantidad y se consolidaron. Esto dio lugar al deseo de avanzar hacia el norte, para cristianizar a los habitantes de la ribera del Yaqui. Fue a través de tres campañas militares, dirigidas por el capitán Diego Martínez de Hurdaide, que los europeos intentaron conquistar al pueblo que finalmente constituyó la puerta hacia lo que hoy es Sonora: los yaquis. Tras los intentos fallidos, el propio pueblo yoeme pidió el establecimiento de las misiones, iniciando en el año de 1617 su establecimiento, con la fundación de Rahum, Pótam, Tórim, Vicam, Bácum y Cócorit.
En la historia del teatro religioso en México, la labor de los franciscanos constituye la empresa inicial. El antecedente más importante es la presentación de la obra “Ejemplo llamado Juicio Final”, en el año de 1533, con la participación de población indígena.
Si bien los franciscanos se ocuparon también de la vida religiosa del noroeste, fue hasta la expulsión de los jesuitas, ocurrida en 1767, cuando lo hicieron. La recurrencia al teatro como forma de evangelización e involucramiento de los originarios en la institución religiosa en Sonora y, por lo tanto, la conmemoración de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo por los cahitas, está ligada a la orden jesuita, pues fue el grupo responsable de la evangelización y de los servicios religiosos seculares del noroeste entre 1591 y fines del siglo XVII.
Es muy probable que las representaciones rituales cahitas de cuaresma y semana santa hayan iniciado entre mediados del siglo XVII y la mitad del siglo XVIII, es decir tras algunos años o décadas de encontrarse establecidas las misiones, y cuando los yoeme aún no se levantaban en armas en contra de los jesuitas, es decir, antes del año de 1740.
Justamente en aquélla década aparecen los yaquis en la historia del Presidio del Pitic, hoy Hermosillo; arribaron como esclavos a la hacienda del entonces gobernador Agustín de Vildósola, según la auditoría realizada por la Corona al gobernante, y por la cual fue depuesto de su cargo. Los registros parroquiales y las crónicas de la época revelan que la población yaqui creció en la localidad a partir de entonces, formando comunidades propias de la etnia.

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