El patrimonio cultural ante el urbanismo rapaz

Tonatiuh Castro Silva

La regularidad estilística en la imagen urbana es un referente del auténtico desarrollo social. Indicador muy claro de una situación contraria en Sonora es el rol de los monumentos en su imagen urbana. La monumentalística sonorense se caracteriza básicamente por su arbitrariedad. Si atendemos el origen, el mantenimiento y, en ciertos casos, el destino final de determinados monumentos, se advierte el despliegue de un práctica urbanizadora lega, carente de conocimientos técnicos y artísticos básicos que definan de manera consistente las características de las esculturas y sus respectivos conjuntos, así como su mantenimiento.
Paradójicamente, la incongruencia social de la generalidad de los proyectos de infraestructura en Sonora es diluida por efecto de la propaganda, por lo que obras como la reciente remodelación del Parque Madero, y con ella, la afectación de uno de los dos monumentos dedicados a Jesús García Corona, más que lamentada, es aplaudida.

Ante la confusión creada por la mencionada acción propagandística, es necesario aclarar lo que es una perogrullada para el hermosillense de arraigo: en dicho parque existen dos monumentos dedicados a Jesús García; el primero en haber sido creado, en el año de 1932, es el ubicado en el punto en el que inicia la calle Serdán, aún cuando el proyecto de la administración municipal 2009-2012, inexplicablemente lo “renombró” Monumento a la Madre. El segundo monumento dedicado al héroe de Nacozari fue erigido en 1977, y consiste básicamente en una escultura realista de figura completa, realizada por Julián Martínez Sotos.
Diversas normatividades internacionales, federales y locales establecen los protocolos que habrían de realizarse para crear, mantener o reparar toda estructura de carácter cultural, teniendo como documento de mayor antigüedad a la “Carta de Atenas” (1931), y como referente ineludible a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos. En el caso del Parque Madero, desde luego, sus monumentos dedicados a Jesús García están sujetos a este marco normativo, que con decenas de textos comprende un conjunto más amplio. Sin embargo, no sólo por cumplimiento de las normas es correcto proceder bajo su regulación, sino también en consideración del valor de las obras de acuerdo con sus rasgos particulares. En consecuencia, la alteración o daño a toda obra es también distinta en su envergadura dependiendo del tipo o profundidad de la afectación.

El más longevo de los monumentos dedicados al héroe civil fue creado por grandes artistas mexicanos de reconocimiento internacional, y su notoriedad radica en constituir una de las principales manifestaciones del arte y del urbanismo de la época totalitarista mundial en Sonora y que, ciertamente, son escasas en el estado; paradójicamente, patentiza el compromiso social propio de corrientes artísticas de las primeras décadas del siglo XX, como el muralismo mexicano y la escuela de talla directa, exponiendo a la vez al orden del art deco –sí que resulta inverosímil esta dicotomía arte revolucionario-poder corporativo, pero así ha devenido la historia–. El diseño correspondió a Fermín Revueltas, y la ejecución de la obra a Ignacio Asúnsolo. Los bajorrelieves encumbrados en cada uno de los cuatro lados del monumento fueron tallados en mármol proveniente del Cerro de la Campana. La preciosura del material de este símbolo natural de la ciudad es mencionada en las crónicas más antiguas redactadas por extranjeros desde, al menos, el siglo XIX. Asúnsolo resolvió además chapear las caras de mármol con una capa de granito molido con cemento.
Al remodelar el Parque Madero, no sólo se afectó a su población arbórea, sino que también se dañó la obra de Revueltas y Asúnsolo; se retiró la capa que cubría el conjunto, se dejó expuesta la estructura de ladrillo durante días y se aplicó un nuevo enjarre; los bajorrelieves fueron cubiertos con pintura, dañando así la creación original y el valor del material. Estaban “graffitiados” dirían; ante ese tipo de daño, existen tratamientos que los conocedores aplican y que acá han hecho falta, como ha hecho falta en esta región una visión urbanística sensata y efectivamente moderna.


Foto 1: Monumento a Jesús García Corona, en 1997. Jaime Llanez Samaniego.
Foto 2: La marca del romanticismo urbano. TCS.

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