Kikapú en Sonora: el cobijo de los saberes ancestrales, el desamparo de la educación
Tonatiuh Castro Silva
En la cosmogonía kikapú, el Sol es un espíritu llamado ‘abuelo’. Es considerado lo más poderoso, dado que sostiene al mundo, haciéndolo con la ayuda de una recia telaraña. Bajo los rayos solares, que en el desierto de Sonora son inclementes, sea en el arenal o en la montaña, infantes y jóvenes kikapú toman sus clases, en tiempos de pandemia, congregados en la cima de una loma donde es posible captar la señal de Internet, sabedores de que la educación, justamente, sostiene el presente y el futuro de su comunidad, y del mundo.
La desventaja que la comunidad kikapú en tiempos de “normalidad” ya padecía al carecer de planteles escolares en su poblado, de cualquier nivel, se agudiza con la contingencia por el SARS-CoV-2.
Un arduo pregrinaje
El territorio original del pueblo ki wika pa wa o kikapú abarcaba de este a oeste, del Océano Atlántico hasta los Montes Apalaches y el Valle del Misisipi; al norte tenía los lagos Michigan y Erie, y al sur el área hoy ocupada por los estados de Virginia y Carolina del Norte.
Su asentamiento en el territorio de México ocurrió desde fines de la Colonia. Con motivo de las campañas de exterminio étnico por parte de los colonos anglosajones, un grupo de la etnia solicitó al rey Carlos III una concesión territorial, que se les entregó en lo que hoy es Texas, en aquel tiempo una sub-región de Coahuila. En El Nacimiento, comunidad ubicada en el actual municipio de Múzquiz, Coahuila, residen desde 1866.
Entre 1905 y 1906, un grupo de alrededor de 200 miembros de la etnia se asentó cerca de Bacerac, repoblando Tamichopa, una localidad registrada ya en la época colonial, comprando 11,800 hectáreas. Este territorio, que fue adquirido, y no regalado por gobierno alguno, se fue reduciendo a través de las décadas, por el despojo del que los kikapú fueron objeto por parte de una familia de origen extranjero, avecindada en la región de Huachinera-Bacerac.
En el transcurso del siglo XX, este sector étnico perdió fundamentales elementos culturales identitarios, como: arquitectura, vida ceremonial, gastronomía y, sobre todo, su lengua –en dos décadas, ya sólo la mitad de su población hablaba la lengua materna–. En la década de 1980, el grupo realizó una campaña para concientizar a las familias dispersas por la región, asentadas en Bacerac, Huachinera, Naco (Sonora) y Casas Grandes (Chihuahua), acerca de la importancia de permanecer como grupo étnico, logrando el repoblamiento de Tamichopa. El censo de 1990 permite advertir este efecto, al localizar 50 habitantes en dicha localidad.
Las actividades económicas de los kikapú en Sonora son, en forma limitada por las circunstancias, la agricultura y la cacería. Una porción de sus tierras se dedica a agostadero, para sostener una determinada cantidad cabezas de ganado por jefe de familia.
En Sonora se redujo el oficio artesanal a lo largo de ese siglo, manteniéndose la talabartería, proveniente del conocimiento ancestral, y retomando técnicas y necesidades de la cultura mestiza de la sierra. De las pieles que obtienen de la cacería elaboran distintos tipos de cuerda o piolas para su uso en la ganadería y agricultura. Por décadas dejaron de elaborar artesanía propiamente tradicional, pero retomaron la actividad en los primeros años del siglo XXI, caracterizada por el uso de cuero y chaquira.
Un pueblo que implora la educación
La etnia kikapú de Sonora sufre una apremiante necesidad de servicios educativos en Tamichopa, comunidad ubicada a 9 km. de la cabecera municipal, requiriendo además de infraestructura y equipamiento necesarios para el cumplimiento de las dinámicas y tareas de las clases que en esta temporada de contingencia son forzosamente en línea.
Al crearse la Dirección General de Educación Indígena, la comunidad kikapú de Sonora no fue incluida en su sistema escolar. En Tamichopa se estableció la Escuela “Nueva Creación”, plantel unidocente, que impartía las clases de educación primaria ordinarias en el país. Hace más de un lustro el plantel dejó de funcionar, sin dar justificación oficial. Desde entonces, el estudiantado kikapú, que cursa desde el nivel preescolar hasta bachillerato, debe asistir diariamente hasta la cabecera municipal con gran dificultad, pues implica un traslado de varios kilómetros, que se complica por las edades de quienes cursan preescolar y primaria. Además, se enfrentan a las adversidades climatológicas propias de la sierra sonorense, sobre todo en temporada invernal. Padres y madres de familia sufren limitada capacidad para atender el requerimiento de transporte, pues la gran mayoría no cuenta con vehículo propio, y constituye un inconveniente económico si se trata de retribuir el consumo de combustible de algún particular. El ayuntamiento aportó un camión en funciones de transporte escolar, pero la comunidad debe solventar el costo del combustible.
El pueblo kikapú de Sonora requiere de servicios educativos dignos y eficientes en su propio asentamiento, en cuanto a los niveles de preescolar, primaria, secundaria y bachillerato, lo cual conlleva servicios docentes, infraestructura y equipamiento.
Dadas las implicaciones de la contingencia de salud para el ciclo escolar que recién comienza, basado en la educación a distancia, requieren de infraestructura que permita tener señal de internet en la propia comunidad y en las viviendas, así como equipos de cómputo y la infraestructura que resulte necesaria.
A diferencia de la situación de Tamichopa, otras localidades de esta región serrana, como San José de los Pozos, Ciénega de Horcones y Agua Fría (pertenecientes al mismo municipio de Bacerac), y La Morita (Bavispe), sí han sido atendidas por los respectivos ayuntamientos con instalación de antenas que les permiten mantenerse en conexión.
La esperanza del pueblo kikapú se ciñe al simple pero genuino deseo de bienestar y de formación educativa, que es coincidente con un amplio marco normativo que comprende documentos de carácter internacional, como: Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), Carta de la Organización de Estados Americanos (1948), Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), y Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969). En cuanto al ámbito normativo nacional, se encuentran los artículos 1º, 2º, 3º y 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; la Ley General de Educación; la Ley de Derechos de los Pueblos y Comunidades Indígenas de Sonora; la Ley de Fomento de la Cultura y Protección del Patrimonio Cultural del Estado; y la Ley de Educación para el Estado de Sonora.
En un mundo en el que la letra dorada de la Ley dispone, pero no incide, la letra de la enseñanza –es sabido por la etnia kikapú–, puede determinar el curso de su destino, y de quienes pueblan la Tierra en su conjunto.
Addendum: El presente texto fue publicado en diversos medios periodísticos en 2020. Posteriormente se efectuó instalación de infraestructura de internet en Tamichopa, por parte del Gobierno del Estado de Sonora 2015-2021.
Fotos 1 y 3: Tonatiuh Castro Silva.
Foto 4: Centro de Información y Documentación de la Unidad Regional Sonora de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas, de la Secretaría de Cultura/Instituto Sonorense de Cultura.
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