Breve etnografía de la fiesta yaqui de San Juan

Tonatiuh Castro Silva

Vicam pueblo es la cabecera de los Ocho Pueblos tradicionales yaquis. Se localiza a 6 kilómetros de Vícam Estación, sobre la carretera que va de este asentamiento hasta San Ignacio Río Muerto. Está conformada por aproximadamente un centenar de viviendas. A la entrada del pueblo se encuentran “la guardia” y “la comunila”, que son las sedes de las autoridades militares y civiles, respectivamente. El asentamiento más cercano es Casas Blancas, ubicado un kilómetro antes de llegar por la carretera.


En la sociedad yaqui la función de vincular la dinámica familiar con la comunitaria e incluso grupal, está dada por las organizaciones religiosas. En la literatura sobre la etnia los fiesteros son considerados como autoridad, junto a las organizaciones civil, militar y religiosa. Sin embargo, es necesario considerar los alcances de las funciones desempeñadas por este grupo, para comprender su real autoridad.  
Cada pueblo yaqui cuenta con un santo patrono. Varios de ellos realizan una fiesta al año dedicada al santo que lo distingue. En la fiesta de la Santa Cruz, realizada los días 2 y 3 de mayo en Torim, así como en la fiesta de San Juan, que se lleva a cabo del 22 al 25 de junio en Vícam Pueblo, el grupo de fiesteros está constituido por dos bandos: los rojos y los azules, cada uno de cuatro personas. La pertenencia al grupo es de un año; al iniciar la fiesta, rojos y azules son sustituidos por otras personas que igualmente finalizarán su compromiso al año siguiente. Aunque la fiesta ocupa sólo unos días, a lo largo del año tienen actividad, pues cada domingo acuden a la iglesia a participar en el conti o procesión. En el caso de Vícam Pueblo, tras el conti los fiesteros se reúnen para organizar y cooperar materialmente para la fiesta de San Juan.
Generalmente cada fiestero es apoyado por su familia, familiares o compadres, por lo que su participación es en realidad un medio a través del cual un grupo de personas contribuye a la realización de la fiesta. En consecuencia, son varios grupos de la comunidad los que hacen posible el evento, aunque las responsabilidades del cargo son asumidas sólo por el fiestero. En tanto el cargo es de un año, la mayoría de las personas de la comunidad han participado directamente en la fiesta; casi todos han sido alguna vez miembros de los rojos o de los azules.

Fiesta de San Juan
Al oriente del templo, a aproximadamente diez metros, en el porche de la casa cural, un adulto, un joven y un niño construyen grandes figuras con alambre y tiras de carrizo; construyen “el castillo” que habrá de encenderse en el día de San Juan. Ya está listo el espacio para la fiesta: un gran terreno ubicado al frente de la iglesia, donde también se realizan los rituales de Cuaresma y Semana Santa. Al este u oriente del terreno se encuentra una ramada con una cruz azul al frente, en su “cornisa”. Esta es la ramada de los “azules o soldados cristianos. Del lado poniente, como a cuatrocientos metros, hay otra ramada con una cruz roja, la cuál se adorna con algunos focos del mismo color, señalando que esta es la ramada de los “rojos” o moros. Cada ramada tiene enseguida una cocina, consistente en ramada, hornillas y largas mesas de madera.
La fiesta de San Juan comienza en la tarde del 22 de junio. Las partes que integrarán el castillo están recargadas en las paredes de la iglesia. Hay puestos de venta de comida y golosinas en los alrededores del espacio ritual. También hay danzas de pascola y venado; así inicia la fiesta. Esto tiene lugar en la ramada de los azules.
Alrededor de las once de la mañana del 23 de junio los nuevos fiesteros entregan la comida a cada uno de los grupos. Frente a cada ramada y hacia los lados de la cruz blanca de madera que se encuentra ahí, se colocan varios petates de aproximadamente 2 x 3 metros (por una de sus caras, que es la que se coloca hacia el suelo, algunos de los propietarios escriben sus nombres con pintura blanca y letras grandes). Sobre los petates se colocan alimentos y abastecimiento para la cocina: grandes ollas con sopa de arroz, barbacoa, sopa fría (macarrón con carnes frías y mayonesa), frijoles, champurro, horchata, sacos de harina, azúcar y grandes piezas de carne.


Aproximadamente a las cinco de la mañana del día 24 se dirige una procesión al río, encabezada por la figura de San Juan. Las personas se bañan con el agua que han traído las lluvias. La procesión es encabezada por los danzantes de pascola y  venado. Tras de ellos cargan la figura religiosa y le siguen las cantoras y la gente que voluntariamente asistió al río. Ingresan a Vícam pueblo entre “Las mañanitas” de la rocola y la algarabía de algunos trasnochados. Entramos a la iglesia. En la parte media del templo los matachines bailan formados en dos filas, haciendo valla a la procesión. Los músicos de los matachines tocan sentados en una banca situada al lado oriente de la iglesia, unos centímetros atrás de una de las filas. Las imágenes son llevadas hasta el altar y después llevadas hacia afuera. Frente a la cruz mayor la procesión se divide en rojos y azules. Los primeros se llevan a San Juan a su ramada.
Alrededor de las once de la mañana se llevan a cabo varios bautizos. La misa es dirigida por un sacerdote, quien es auxiliado por el maestro mayor. Rojos y azules están presentes, formados en columnas. Tras la misa, los dos grupos se retiran en procesión cada uno a su ramada.
En las primeras horas de la tarde se realiza “el gallo”, que consiste en el paso veloz y por separado de varios jinetes voluntarios que tratan de atrapar un gallo muerto enterrado, que únicamente muestra su cabeza. Quien lo logra se queda con la bolsa de dinero que el gallo tiene atada a sus patas. Primero se realiza del lado de los azules. En el lado de los rojos se encuentra congregada una gran cantidad de gente y automóviles de muy variados tipos; se escucha música que sale de las cabinas y de la rocola: cumbias, cumbias norteñas, norteñas y rancheras; vendedores ambulantes de paletas y de algodones de dulce. Todos forman un desordendo círculo, que deja un pequeño espacio para la realización de la corrida.
Por la noche, sobre la pequeña explanada o plancha de cemento que está del lado norte del terreno ceremonial, se instala el expendio de cerveza (carpa, mesas y hieleras), y a un lado un grupo mestizo de música norteña.
Aproximadamente a las 10:30 de la noche se enciende el castillo, que fue colocado durante la tarde. El castillo es un gran juego pirotécnico; consiste en una estructura con forma de torre, que tiene añadidas otras figuras móviles. Lo enciende un jinete; las chispas brotan rápido, el caballo se asusta pero el yaqui lo controla. La multitud deja un espacio libre de aproximadamente ocho metros alrededor del castillo. El incendio va hacia arriba. De poco antes de la cima penden dos cables, uno hacia el oriente y otro al poniente, sujetados a un poste cada uno. Los cables prenden y surge un gran ente flamígero que emociona al público. En la cima del castillo se encuentra una imagen de San Juan, la cuál debe girar para después salir volando, lo que constituye uno de los momentos más esperados de la fiesta.
Más o menos una hora después sale “el torito”, juego pirotécnico con forma de toro sostenido por un corredor que se deambula apurado entre la gente. El terreno ceremonial se encuentra invadido por automóviles y camiones que habrán de transportar a la gente procedente de otros pueblos.
Durante la mañana del 25 de junio se realiza un ritual mediante el cuál un grupo de personas se comprometen a abastecer de alimentos la fiesta del próximo año. Tal como en el acto realizado el día de ayer para entregar la comida, en esta ocasión los alimentos sobrantes son colocados sobre varios petates. El papel de las personas que hace unos días llegaron a hacer entrega se invierte; ahora son ellos quienes pasan la responsabilidad de alimentar a los fiesteros y al pueblo. Quienes se acercan a tomar alguna ración del alimento sobrante adquieren el compromiso. Algunas personas lo hacen sin saberlo.
Al mediodía ocurre un acto en el que los protagonistas son dos niños, uno por cada grupo. Habrán de correr frente a la iglesia, para luchar en el trayecto por la bandera del contrincante. Los adultos pertenecientes al grupo de los azules, que traen en la cabeza paliacates o paños de su color, se colocan en la puerta de la iglesia mirando hacia el frente. Del otro lado, pasando la cruz del perdón del cementerio, están los rojos. Frente a los azules se paran los dos niños, que también se identifican llevando paños del color del grupo que representan, y además una bandera de los mismos colores. El ganador será quien se quede con la bandera del otro. El pueblo forma dos filas frente a la iglesia, haciendo valla al espacio de la carrera. La gran cantidad de personas está emocionada, a la expectativa, muchos comentan lo sucedido hasta entonces en la fiesta y toman cerveza. Los vendedores se pasean ofreciendo sus productos. Ante una señal, los niños corren de nuevo, pero alargando el recorrido. En una tercera ocasión llegan hasta el sitio en el que están los rojos y regresan a la iglesia. Uno de los niños le quita la bandera al otro, y con ello triunfa su grupo.
Después de la carrera de los niños, se forman dos filas de mujeres en posición este-oeste. Todas traen paños en la cabeza. Se saludan pasando una por una frente al resto de sus compañeras, rotando unas y aguardando otras. Con este acto se da por terminada la fiesta.


Foto1: Cultura yaqui (facebook)
Foto2: río Yaqui/revolucionestrespuntocero.com
Foto 3: Torito/noticias.latino.msn.com

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